Viernes
Santo
“Porque
la locura de Dios, es más sabia que la sabiduría de los hombres”
La
liturgia de hoy es diferente a las del resto del año. La acción litúrgica está
reducida a lo mínimo, en lo que se refiere a los gestos, pero los hay y son
profundamente significativos. El día de hoy, en que celebramos la muerte del
Señor en la cruz, por una antiquísima tradición, la Iglesia omite por completo
la celebración del Sacrificio Eucarístico.
La
Palabra y el silencio son especialmente importantes en este día. En una
sociedad tan ruidosa como la nuestra, el silencio es un tesoro que hay que
redescubrir.
La
celebración litúrgica tiene tres partes:
1)
Liturgia de la Palabra.- Caminar desde la
Palabra.
Hoy
empezamos con la presencia del silencio, La procesión de entrada es en absoluto
silencio; al llegar al altar, el celebrante se postra. Es una invitación al
recogimiento, pero sobre todo, con la postración, que es uno de los gestos del
día de hoy, se quiere indicar la humillación de la persona y la tristeza y el
dolor de la comunidad que se reúne para celebrar el misterio de al cruz.
La
primera lectura nos coloca frente a la contemplación del Siervo de Yahvé que en
la descripción del Cuarto Cántico parecería estar describiendo la Pasión de
Cristo.
La
segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos (Heb 4, 14-16; 5, 7-9) nos
invita a contemplar a Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, que ha entrado en le
cielo, pero que “durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, con
fuertes voces y lágrimas, a Aquel que podía librarlo de la muerte y fue
escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo aprendió a obedecer
padeciendo y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación
eterna para todos los que lo obedecen”
La
tercera lectura es el relato de la pasión de Cristo según el Evangelios de san
Juan, que acentúa los detalles de la pasión con un dramatismo extraordinario.
Hacer el camino del silencio a la Palabra, es condición indispensable para
penetrar en el misterio de la Pasión y Muerte del Señor.
2)
Adoración de la Santa Cruz.- Caminar de la
Palabra a la contemplación de la Cruz.
La
segunda parte de la liturgia del día, es la adoración de la Santa Cruz. La
invitación a mirar el árbol de la cruz, expresa nuestra condición de hombres
que necesitamos ver en Jesús crucificado, el camino que nos lleva a la Pascua.
Pero también puede ser profundamente liberador vivir la experiencia de que soy
contemplado por Jesús desde la cruz. Es la mirada de Jesús a la Madre (a la
Iglesia), es la mirada al discípulo que habrá de ser testimonio del amor de
Dios. ¿Podremos cruzar las dos miradas, la suya y la nuestra?
Comprender
el significado de la cruz no es fácil, nos rebasa, va más allá de toda lógica
humana, es aquí donde la sabiduría humana se estrella. Había que recordar lo que
Pablo decía escribiendo a los corintios (1Cor 1, 22-25) “Los judíos exigen señales
milagrosas y los paganos piden sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo
Crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos; en
cambio para los llamados, sean judíos o paganos, Cristo es la fuerza y la
sabiduría de Dios. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de
los hombres, y la debilidad de Dios, es más fuerte que la fuerza de los hombres”
Para
poder llegar a esta comunicación experiencial, hay que hacer el camino de la
Palabra a la contemplación de la cruz.
3)
La Comunión.- Tercera y última parte de la
liturgia del Viernes Santo.
Como
no hay celebración eucarística, con la reserva del Jueves Santo comulgamos. Y aquí
el término “comunión” adquiere su fuerza original: somos invitados a entrar en
comunión con el crucificado para poder participar de la vida nueva, del tiempo
del resucitado.
No hay que quedarse en la contemplación de
la cruz, hay que dar el “Paso” a la
comunión con el Crucificado-Resucitado.
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