Domingo de
Pascua de la Resurrección del Señor.- Vigilia Pascual
¡No
está aquí, ha resucitado!
Llegamos a lo que es culmen del triduo
pascual: el crucificado es ahora el resucitado a quién el Padre, habiéndolo
liberado de la obscuridad de la muerte, lo ha convertido en el “Kyrios”, el
Señor, fuente de vida y de salvación para toda la humanidad. La celebración del
Domingo de Pascua (el domingo por excelencia) empieza desde la Vigilia Pascual.
Según una tradición muy antigua, ésta es una noche de espera vigilante en la
oración en honor del Señor resucitado. Los fieles, llevando en la mano – según
la exhortación evangélica (Lc 12, 35-55) – lámparas encendidas, se asemejan a
quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando Él vuelva los encuentre
vigilantes y los haga sentar a su mesa.
La celebración de la vigilia tiene cuatro
partes y se desarrolla de la siguiente manera: después de la breve liturgia de
la luz o “lucernario” (primera parte), la santa Iglesia, llena de fe en las
palabras y promesas del Señor, medita los portentos que Él obró desde le
principio a favor de su pueblo (segunda parte o liturgia de la Palabra), y
cuando el día de la resurrección está por llegar, encontrándose ya acompañada
de sus nuevos hijos, resucitados en el bautismo (tercera parte), es invitada a
la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo, por medio de su muerte y
resurrección (cuarta parte o liturgia eucarística). Expliquemos brevemente cada
una de estas partes.
Primera
parte.- Lucernario o solemne comienzo de la Vigilia.
Con el templo a obscuras, fuera de la
Iglesia o a la entrada, se bendice el fuego nuevo símbolo de la vida nueva de
Cristo Resucitado. Se bendice después el cirio Pascual y los cirios e todos los
fieles. Se enciende el cirio pascual con el fuego nuevo diciendo: “Que la luz
de Cristo resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de
nuestro espíritu. El cirio encendido símbolo de la presencia del resucitado en
la comunidad se va abriendo paso en medio de la oscuridad del templo, al mismo
tiempo que se proclama: ¡Cristo luz del mundo! Del cirio pascual se encienden
los cirios de todos los fieles. Esta primera parte termina con la proclamación
del Pregón Pascual, un himno de exultante alegría que anuncia la victoria del
Resucitado.
Segunda
parte.- Liturgia de la Palabra.
En esta Vigilia, “madre de todas las
vigilias” como la llamaría San Agustín, se proponen nueve lecturas, siente del
antiguo testamento y dos del nuevo, la Epístola y el Evangelio. En ellas se
trata de recoger todas las maravillas que Dios ha hecho a través de toda la
historia de la Salvación que culmina con el envío de su Hijo al mundo para que
nos redimiera. El Evangelio de esta noche, como los Evangelios del Domingo de
Resurrección, es especialmente significativo: Cristo ya no está en el sepulcro
y una frase que condensa todo el gozo de esta noche “No se espanten. Buscan a
Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado; miren el
sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a
Pedro: “El irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como Él les dijo”
Una ausencia del Crucificado que se
convierte en una nueva presencia del Resucitado.
Tercera
parte.- Liturgia Bautismal.
La Vigilia Pascual tiene un profundo
sentido bautismal. Como dijera Pablo; con el bautismo fuimos sepultados con
Cristo en su muerte, para que así como Cristo resucitó de entre los muertos,
así también nosotros emprendamos una vida nueva (cfr. Rom 6, 3-9). Siguiendo
una antigua tradición de la Iglesia, los catecúmenos son bautizados en esta
noche y aceptados oficialmente en la comunidad de los fieles, que también
juntamente con ellos renuevan las promesas de su bautismo.
Cuarta
parte.- Liturgia Eucarística.
Si la proclamación del Evangelio de la
Resurrección es el núcleo, la Eucaristía Pascual es el momento culminante de
cuanto se ha ido celebrando: la Vigilia se encaminaba a esta parte de la
celebración. El Crucificado que es ahora el Resucitado, actualiza en medio de
los suyos el misterio de su Pascua y se da como el verdadero “pan de vida” que
nos fortalece en el combate de la vida diaria.
En definitiva, Pascua es la certeza viva
de la presencia del Resucitado en el mundo y en lo más profundo del corazón del
creyente. Es la posibilidad de una vida nueva que brota de Cristo Resucitado;
que da una nueva dimensión a la existencia. Es la posibilidad de transformar
una “ausencia” en una “presencia” transformadora del hombre y del mundo
¡¡¡¡
Felices Pascuas de Resurrección!!!!
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