sábado, 30 de julio de 2011

Al encuentro con la Palabra


XVIII Domingo Ordinario (Mt 14,13-21).
El milagro del Reino, vida digna para todos.
Después de haber sido catequizados acerca del misterio del Reino con  el simbolismo de las siete parábolas del capítulo trece de San Mateo, hoy en el texto evangélico de la liturgia dominical la Iglesia nos ofrece un relato en el que se revela que el milagro del Reino es posible, cuando los seres humanos somos capaces de compartir lo que somos y lo que poseemos, más aún cuando lo hacemos desde nuestra pobreza. El objetivo del relato, conocido en Mateo como “la primera multiplicación de los panes”, no está en sorprendernos por un hecho del poder de Jesús en el pasado remoto, en el que más de cinco mil personas comieron con solo cinco panes y dos peces; la buena noticia está en el poder que Jesús tiene para transformar la realidad, cuando quienes se encuentran con Él, hacen del Reino su proyecto de vida. Veamos algunos aspectos que se desprenden del texto.
Inicia presentando a Jesús que se compadece de la gente y cura a los enfermos (14,13-14). Una grave enfermedad que podemos padecer los seres humanos es el egoísmo, que impide asomarnos a las necesidades de los otros y ver lo que les podemos compartir. Los discípulos también estaban enfermos al considerar que nada podían hacer por las multitudes hambrientas, su corazón es sanado cuando son capaces de decir “tenemos cinco panes y dos peces”.
Las multitudes son sanadas cuando al escuchar la voz de Jesús se acomodan sobre la hierba (14,18); no es lo mismo masas de gente dispersas y sin identidad, que una sociedad ordenada y organizada que colabora en lo que le corresponde.
Seguramente a Jesús le cuestionó muchas veces el sufrimiento y la pobreza en que vivía tanta gente; Él llega a comprender que lo más valioso no es la cantidad que se dona, sino la capacidad de ofrecerlo todo, aunque sea poco. El Reino no se construye con  limosnas, sino conduciendo la vida según el proyecto de Dios.
El desenlace del relato es de abundancia: las multitudes comen hasta saciarse y con los trozos sobrantes se llenan doce canastos, suficiente para que la humanidad entera también venga y coma. Al analizar las causas del hambre de tanta gente en el mundo, se tiene claro que el problema no es la falta de bienes en la creación, sino su inequitativa distribución; de tal forma que quien tiene demás, está robando lo que en justicia le correspondería a quien carece de lo necesario.
Los cristianos no podemos ser indiferentes frente a quienes hoy sufren a causa del hambre, necesitamos escuchar el imperativo mandato de Jesús: “denles ustedes de comer”. La respuesta implica comprometernos en crear un orden social, ofreciendo nuestros cinco panes y dos peces, para que todos los hombres y mujeres, niños y viejos, tengan las mismas oportunidades de desarrollo.
Señor Jesús, no queremos ser indiferentes ante tantas hambres que padece hoy la humanidad, haz que nuestro corazón entre en conflicto ante las llagas lacerantes de los que padecen marginación, sintiéndonos urgidos a generar respuestas efectivas que transformen las situaciones de miseria, en oportunidades de vida digna para todos.

domingo, 24 de julio de 2011

Al encuentro con la Palabra

XVII Domingo Ordinario (Mt 13,44-52).
El Reino de Dios, proyecto de vida para la humanidad.
Ya con este son tres domingos que la liturgia de la Iglesia nos ofrece textos del capítulo trece de San Mateo, catequizándonos Jesús acerca del misterio del Reino, valiéndose de siete hermosas parábolas, tomadas de la realidad de su tiempo: el sembrador y los diversos tipos de tierra, la semilla buena  y la semilla de la cizaña, la semilla de mostaza, la pequeña medida de levadura, el tesoro escondido en un campo, la perla de gran valor y la red en la que se capturan los peces buenos y malos. 
El texto que corresponde a este domingo incluye las tres últimas parábolas. En las dos primeras se hace énfasis en la experiencia que vive quien llega  a comprender la belleza del Reino de Dios; su corazón es seducido y se siente absolutamente apasionado, de tal forma que hace lo que sea necesario para vivir en él; es capaz de renunciar a otras cosas e intereses para comprometerse en el proyecto de Jesús, como el hombre que vende lo que tiene para adquirir el terreno donde se encuentra el tesoro; y es capaz de discernir lo esencial de su vida cristiana frente a lo que es relativo, como el mercader de perlas finas que sabe distinguir la más valiosa. En la última parábola, la red de la pesca, se retoma el carácter escatológico, hablando del fin de los tiempos, como ya aparecía en la parábola del sembrador y la cizaña; con esto Jesús revela que Dios es el dueño de la historia y el desenlace de los hechos que suceden lo define Él; aún cuando muchas veces parece que el mal se impone, al final Dios separa lo bueno de la humanidad y lo malo será destruido.
Para comprender el misterio del Reino estamos llamados a caminar como discípulos de Jesús; sólo el escriba (estudioso e intérprete de la Escritura) que es dócil a dejarse formar y conducir por el Espíritu de Jesús, tendrá la oportunidad de ver y escuchar lo que los sabios y entendidos, según los criterios del mundo, no son capaces de ver ni de escuchar. La revelación es el arca de cosas nuevas y cosas antiguas, en la que encontramos como una novedad el Evangelio siempre actual, y nos enriquecemos de la experiencia de quienes en el pasado, en sus propias circunstancias, encontraron en el Reino un proyecto por el cual entregaron su vida.
En nuestro mundo la cizaña crece más que el trigo, las sombras del anti-reino cubren la vida de las personas, entristecen nuestras familias y se adueñan de las calles de nuestra ciudad; urge que los cristianos seamos hombres y mujeres con clara identidad de nuestra vocación y misión; apasionados del Reino de Dios, en el cual encontramos nuestro mayor tesoro y nuestra más valiosa perla.

domingo, 17 de julio de 2011

Felicidedes

Padre Aurelio:

Muchísimas felicidades  por su 15 aniversario de ordenación sacerdotal. Que Dios nuestro Señor le siga colmando de bendiciones


Reciba todo nuestro respeto y cariño

Al encuentro con la Palabra


XVI Domingo Ordinario (Mt 13,24-43).
La fuerza del Reino, frente al misterio del mal.
Estamos en el capítulo trece de Mateo, donde la narración es interesante ofreciéndonos siete hermosas parábolas acerca del misterio del Reino. Ya en el domingo pasado en la parábola del sembrador, con la imagen de los diversos tipos de tierra, se advertía sobre como las diversas actitudes frente a la escucha de la Palabra, pueden obstaculizar o favorecer que se produzcan los frutos del Reino en la vida del creyente. El texto de la liturgia para este domingo nos pone frente a dos aspectos que son fundamentales: el drama acerca del origen del mal; y el discreto surgimiento que suele tener el Reino en las realidades humanas.
En la primera parte del texto (vv.24-30) la parábola de la cizaña revela como es el enemigo quien sagazmente deposita las semillas del mal, donde  el Hijo del hombre ha sembrado la buena semilla. Dios que respeta la libertad humana y es paciente con el proceso de madurez de las personas, no se violenta ni interviene visceralmente, prefiere esperar al tiempo propicio, cuando se puedan distinguir los frutos buenos de los malos. En la parte final del texto de la liturgia (vv. 36-43), el evangelista retoma la parábola poniendo en labios de Jesús la interpretación, haciendo énfasis en su carácter escatológico, pues es al final de los tiempos cuando se establecerá la separación entre el bien y el mal y son los ángeles quienes arrojarán al lugar de castigo a los inicuos, mientras que los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre.
Entre la narración de la parábola y la interpretación que de ella hace Jesús, se encuentran interpoladas dos pequeñas parábolas que revelan el discreto y humilde surgimiento del Reino, frente al aparatoso impacto que suelen tener las obras del mal (vv. 31-33). El Reino, semejante a la semilla de mostaza, surge desde lo pequeño, y casi sin percibirlo, va penetrando las realidades humanas, a la manera en que la pequeña medida de levadura va fermentando la masa.
Nuestro tiempo, marcado por la violencia, despierta serios interrogantes acerca del origen del mal y muchas veces provoca juicios imprudentes que pueden llegar a ser injustos y poco responsables al valorar las situaciones que tienden a ser complejas en sus implicaciones. No es tan fácil como decir aquí estamos los buenos y allá están los malos; y ordinariamente no hay soluciones inmediatistas, hay que entrar en un proceso de conversión, en el que la conciencia de la propia responsabilidad, valla generando decisiones que favorezcan los frutos del Reino.
Señor Jesús líbranos del enemigo que sagazmente adultera lo que en el proyecto del Padre ha sido creado para el bien; danos el don del discernimiento para ver la presencia de tu Reino, donde parece que el mal es lo que vence.    

domingo, 10 de julio de 2011

Al encuentro con la Palabra


XV Domingo Ordinario (Mt 13,1-23).
La Palabra, semilla fecunda del Reino.
El domingo pasado en el evangelio Jesús agradecía al Padre el hecho de que el misterio del Reino sea revelado a la gente sencilla, denunciando a su vez la arrogancia de los letrados, por la cual son privados de comprender y de encontrarse con la Buena Noticia. En el capítulo trece de Mateo el mismo Jesús nos catequiza con siete hermosas parábolas, acerca de la manera misteriosa en que el Reino se va haciendo presente en la vida de los seres humanos (El sembrador 13,1-23; la cizaña 13,24-30; el grano de mostaza 13,31-32; la levadura 13,33; el tesoro y la perla 13,44-46; la red 13,47-50). La narración del texto para este domingo se desarrolla en torno a la primera parábola, distinguiendo cuatro partes: introducción a la predicación de las parábolas del Reino (13,1-3a); parábola del sembrador (13,3b-9); inserción sobre la comprensión e incomprensión  de las parábolas (13,10-17); interpretación de la parábola del sembrador (13,18-23).
Al inicio del capítulo trece Jesús se presenta entre las multitudes que buscan escuchar la Palabra sobre la buena noticia del Reino; Él, estando a la orilla del mar se sube a la barca buscando la manera de que la resonancia de su voz llegue a los oídos de todos, y recurre a la pedagogía de las parábolas buscando hacerse entender por quienes, siendo sencillos, estaban con el corazón abierto.
La parábola del sembrador retrata a Jesús frente a la humanidad que es como la tierra en la cual Él deposita la semilla de la Palabra. Cada corazón se puede identificar en algún tipo de tierra, pero en todos la semilla es sembrada. La forma común de sembrar en tiempos de Jesús consistía en aventar puñados de semilla sobre la tierra, forma que en la enseñanza del evangelio nos permite entender que el Reino, naciendo de la escucha de la Palabra, tiene como destinatarios a todos los hombres y mujeres, independientemente de su condición social, moral, cultural, etc., pues en el anuncio del Evangelio no puede haber acepción de personas; que germine, crezca y de frutos, en buena parte dependerá de los condicionamientos y circunstancias en que se encuentre la persona que recibe esa semilla.
Es una buena noticia escuchar del mismo Jesús que la semilla de la Palabra es para todos, también para mí; pero necesito preguntarme si las circunstancias que definen ahora mi persona me ayudan a ser tierra fértil que produzca los frutos del Reino. Él no nos exige más de lo que podemos dar, pero si quiere que creciendo en la comprensión de su Palabra, vallamos produciendo el treinta o el sesenta por ciento, de acuerdo a nuestro proceso de madurez cristiana, la cual se ha de notar en los frutos del Reino: el amor, la verdad, la justicia, la paz, etc.; esperando que en el encuentro definitivo con Él seamos la mejor tierra, donde el Reino en plenitud germine y se realice al ciento.
Señor, nosotros también somos tus discípulos, muchas veces cerrados de entendimiento para comprender el misterio del Reino; háblanos al corazón y explícanos las parábolas, para que seducidos por el Evangelio, demos los frutos que tu sabes que estamos en capacidad de producir

domingo, 3 de julio de 2011

Al encuentro con la Palabra


Domingo XIV Ordinario (Mt 11,25-30).
La comprensión del Reino, privilegio de la gente sencilla.
El domingo pasado la liturgia nos ofrecía como reflexión la parte final del capítulo diez de Mateo (10,37-42); en este domingo nos ofrece la parte final del capítulo once del mismo evangelista (11,25-30). En la predicación de la buena noticia del Reino, Jesús se va a encontrar constantemente con una actitud de indiferencia y de rechazo (Mt 11, 16-24); más aún, su propuesta va a ser motivo de constante confrontación en los grupos más radicales de la religión judía, sobre todo de parte de los fariseos (Mt 12,1-14). Frente a esto Jesús agradece al Padre la fe de los sencillos, por su apertura en la comprensión del Misterio del Reino, sin prejuicios moralistas y dogmáticos impuestos por el pesado legalismo que adulteraba la auténtica alianza de Yahvé; esta comprensión está muchas veces ausente en los más letrados, porque el hecho de tener conocimientos humanos les puede hacer caer en la arrogancia de pensar que lo saben todo.
Jesús nos revela que la comprensión del Misterio del Reino, como proyecto de salvación del Padre para la humanidad, no se reduce a un erudito ejercicio del intelecto humano; es fruto del encuentro existencial con una persona, Jesús de Nazaret, el único que conoce la intimidad del Padre, puesto que ha salido de Él, y por lo tanto, el único que puede darlo a conocer en forma plena.
Vivir la experiencia de encontrarse con Jesús, significa caminar unidos a Él, asidos al mismo “yugo”, para que la carga propia de la vida, que es la cruz de cada día (Mt 11,38), la sostengamos en Él; y viviendo vinculados en Él, aprendamos su bondad y su mansedumbre, para que lo complejo de la vida se vuelva simple, lo pesado se vuelva ligero, lo cansado se vuelva llevadero.
En nuestro tiempo todos los días nos sorprende el avance a pasos agigantados de la ciencia y la tecnología en diversas áreas de la vida humana, desgraciadamente dicho avance no corresponde con un proyecto de humanización; pareciera que los seres humanos entre más desarrollamos el conocimiento científico y tecnológico, más nos cuesta construir sociedades fraternas; pareciera que entre más desarrollamos medios de comunicación que agilizan la información y acortan las distancias, más nos alejamos unos de otros y nos desconocemos como semejantes e imagen sagrada de Dios.
Señor Jesús queremos caminar unidos a ti en el mismo “yugo”, para que aprendiendo la mansedumbre y la humildad de tu compasivo corazón, seamos capaces de comprender la hermosura y la riqueza del Reino, que como buena noticia del Padre, con tu vida y tu palabra nos has venido a revelar.