domingo, 1 de abril de 2012

Al encuentro con la Palabra


Domingo de Ramos (Mc 14, 1-15, 47)
Iniciamos la Semana Santa. Después de haber hecho, guiados por la Palabra del Señor, nuestro camino cuaresmal tratando de vivir un proceso de conversión profunda en nuestras vidas, llegamos finalmente a donde nos encaminábamos: entrar con Cristo a Jerusalén para vivir con Él  el misterio de su Pascua.
Tanto en éste domingo con en el Triduo Pascual, la liturgia nos invita a hacer un ritual diferente del que se hace habitualmente; hemos vivido muchas Semanas Santas y corremos el riesgo de dejarnos llevar por la rutina; somos invitados a vivir en la fe y desde la fe una semana diferente; diferencia que da la perenne novedad de la Pascua.
El espíritu de la celebración del Domingo de Ramos nos lo remarca el mismo Evangelio de la entrada: Jesús, modelo de humildad, ha entrado a Jerusalén triunfalmente, montado en un burrito, no  sobre un caballo, propio de los emperadores; pero el triunfo pasa por la humillación de la cruz.
Hoy las lecturas tienen una secuencia y están enlazadas extraordinariamente. En la primera lectura, tomada del profeta Isaías, vemos la figura del “Siervo de Yahvé” que siempre está dispuesto a escuchar la Palabra de Dios con todos sus consecuencias. Figura del “Siervo” que contemplamos realizada plenamente en Jesús.
Respecto a la segunda lectura tomada de la carta del apóstol San Pedro a la Filipenses, es una síntesis extraordinaria del misterio de la Pascua. Se le conoce como el Evangelio de la “Kenosis” (del abajamiento). Es un magnífico telón de fondo para toda la Semana Santa. Las dos lecturas nos conducen a escuchar el relato de la Pasión, que hoy la escuchamos del evangelista San Marcos. La narración es sobria, sencilla y condensada, pero tremendamente incisiva: los acontecimiento hablan por sí mismos. Es impresionante en este Evangelio, el silencio del protagonista de la pasión: Jesús, y el griterío de las autoridades y la multitud que piden su muerte.
Precisamente en la narración de la pasión, encuentra respuesta la pregunta fundamental - ¿Quién es Jesús? - que constituye el eje del Evangelio de Marcos. En la pasión se revela el misterio, Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios. La afirmación del centurión, un pagano, que lo ve morir, es el símbolo del camino de la incredulidad a la confesión de fe que cada uno de nosotros está llamado a hacer contemplando al crucificado.
El primer día de la Semana Santa, somos invitados a acompañar a Cristo en entrada triunfal a Jerusalén proclamándolo como el Mesías Rey que viene en nombre del Señor a realizar, por caminos insospechados, el proyecto de salvación de Dios, que viene a instaurar el nuevo Reino de Dios.
Pero sobre todo, desde el inicio de la Semana Santa, todo está impregnado por el misterio de la Pasión que conduce a la resurrección.
Al final de la Cuaresma debemos preguntarnos si estamos preparados y dispuestos a entrar con Cristo a vivir el misterio de su Pascua: a afrontar con Jesús nuestro Maestro y Señor el camino del amor, que se manifiesta en una senda, que se da a conocer en su aparente debilidad e inutilidad, en un abandono incondicional a la voluntad del Padre. Solo a los pies de la cruz, podrá renacer en nosotros una fe mas madura en Jesús verdadero hombre y verdadero Dios, un Dios tan enamorado de su criatura que aceptó morir por amor. Nuestra vida  necesita esta fe para crear la novedad de gestos que sólo el amor humilde sabe inventar, y para transfigurar la realidad de cada día en una maravillosa manifestación del Reino de Dios que está en medio de nosotros.
¡Que tengamos una buena celebración de la Semana Santa!

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