IV Domingo de Pascua
“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas”
“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas”
La experiencia pastoril en la vida de Israel, es
una de más expresiones que componen su propio rostro. De hecho existía la
convicción entre los judíos que era el Dios de la Alianza quien guiaba como
pastor a su pueblo. Esto se llevaba a cabo a través de mediaciones humanas:
patriarcas, jueces, reyes y profetas, que hacían audible la voz de Dios, Pastor
de Israel. Pero ha sucedido que en rebaño que Dios ha confiado no se ha guardado
fidelidad, y por consecuencia ha desviado al pueblo. Surge así la denuncia
hacia los malos pastores y el anuncio de la promesa de un Pastor dado por el
mismo Dios (Jr 23; Ez 34).
En Jesús, la promesa anunciada, tiene
cumplimiento. Jesús es el Pastor que conducirá a Israel y “a las que no son de este redil” (v. 16) hacia “fuentes tranquilas para reparar las fuerzas. Por cañadas seguras”
(Sal 23, 2-3ss).
Juan el evangelista, pone en numerosas
ocasiones en boca de Jesús la expresión “yo
soy” (6, 35; 8, 12; 10, 7; 10, 11; 11, 25; 14, 6; 15, 1…), ella evoca la
experiencia del Éxodo (Éx 3, 1-22), en la que Dios da a conocer su identidad y
la acción liberadora que en el pueblo israelita va a realizar. El evangelista
identifica a Jesús con el Dios que actúa liberando. Así pues, desde la
expresión: “Yo soy el buen pastor”, hace referencia a un pastor bondadoso que libera y es capaz de
dar la vida (v. 22 [vv.
11.15.17.18]) sin
pedir nada a cambio.
Esta autorevelación mesiánica que hace Jesús,
lo define totalmente contrapuesto al asalariado. En Juan, la expresión de “conocer” hace referencia al amor; este
texto quiere expresar la comunión profunda entre Jesús y sus ovejas, comunión
que brota de la relación existente entre el Padre y el Hijo: “como el Padre me conoce a mí, y yo conozco
al Padre (v. 15). El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar (v.
17)”.
Es en la
vida, en donde se escucha la voz del Buen Pastor, pero es también en la
vida en donde escuchamos otras muchas; voces políticas, sociales,
circunstanciales, personales, familiares, etc., que no sólo atraen nuestra
atención, sino que también nos arrastras hacia sí. De entre todos esos
clamores, quien es discípul@ de Jesús, tiene
la responsabilidad de estar atento a su voz para dejarse conducir por Él.
Señor Jesús, adherirse a tu persona y a tu
mensaje en la fe es un don que nadie puede darse a sí mismo. Sólo lo da el
Padre. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene su propio destino en sus manos y
es libre de rechazar el don de Dios. Haz, Señor, que sepamos elegir siempre la
apertura interior; que es tu don, y colaborar así, dejándonos conducir por ti,
Buen Pastor.