La
presentación del Señor (Lc. 2, 22-40)
“Aquí
vengo Señor para hacer Tu voluntad"
Celebramos
hoy a los cuarenta días del nacimiento de Cristo, la fiesta de la presentación
del Señor. Siendo una fiesta
Cristológica, prevalece sobre el domingo ordinario.
Esta
es una fiesta evangélica de un gran significado Cristológico que tiene un
triple contenido.
1.-
Ante todo como “Presentación del Señor”, esta fiesta celebra la ofrenda de
Jesús al Padre. Según el libro del Éxodo, todo primogénito varón pertenece al
Señor y debe serle consagrado o bien rescatado mediante la ofrenda de un sacrificio. Además el libro del Levítico
prescribe un rito de purificación para la madre después del parto. María y José
se atienen a estos preceptos y van al templo de Jerusalén para cumplir con
estos mandatos y como son pobres, en vez de un cordero ofrecen simplemente un
par de tórtolas.
La
presentación de Jesús en el templo y su consagración a Dios, tiene un sentido
mucho más profundo que el que marcaba la Ley. Es la consagración de Jesús al
Padre, que la carta a los Hebreos interpreta maravillosamente cuando pone en
boca de Jesús: “Por eso, al entrar en este mundo, dicen Cristo: no has querido
sacrificio ni ofrenda, pero me has dado un cuerpo; no has aceptado holocaustos
ni sacrificios por el pecado. Entonces yo dije: aquí vengo, ¡Oh Dios!, para hacer
tu voluntad. Así está escrito de mi en un capítulo del libro”.
En
la visita al templo de Jerusalén tienen lugar unos hechos sorprendentes que
preludian el futuro. El protagonista es el anciano Simeón, “hombre justo y
temeroso de Dios; en él mora el Espíritu Santo, el cual le había revelado que
no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor”. Movido por el mismo
Espíritu reconoce en aquel niño en brazos de su madre al Mesías prometido y
tomándolo en sus brazos bendijo a Dios diciendo: “Señor, ya puedes dejar morir
en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto
a tu Salvador, el que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que
alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”
María
y José están sorprendidos por las palabras de Simeón y a la madre de Jesús le
anuncia: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en
Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto
los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el
alma”. Se anuncia ya el misterio de la pasión, el misterio de la Pascua, y
María íntimamente unida a la suerte y misión de su Hijo.
Aparece
también otro personaje: Ana, de la tribu de Aser, mujer muy anciana, que se
encuentra también con aquel niño y reconoce al Mesías prometido, “dando gracias
a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
2.-
El segundo contenido de esta fiesta es el carácter mariano de la celebración. María
aparece como la “portadora de Cristo Luz que alumbra a las naciones y gloria de
su pueblo Israel” El papel de María es
darnos a Cristo, su Hijo, y además íntimamente unida al misterio y a la misión
de su Hijo, al misterio de su Pascua, “y a ti una espada de dolor te atravesará
el alma”. María y José quedan
sorprendidos por la palabra de Simeón, y sin entender del todo sus palabras en
ese momento, las guardan en su corazón. Como fieles discípulos de su Hijo van
descubriendo gradualmente iluminados por el Espíritu, su identidad y misión, y
el papel que ellos desempeñarán el proyecto de salvación.
3.-
Hay un tercer tema que también se descubre en el trasfondo de esta fiesta. Hoy
es la fiesta de la Iglesia que sale al encuentro de su Señor, ya que el mismo
Señor se ha dignado revivir al encuentro de su Iglesia. En este día somos
invitados a reconocernos en Simeón y Ana como creyentes que impulsados por la
fe, salen al encuentro de su Señor. la Bendición y procesión de las candelas (velas) que hoy
se realiza, quieren expresa esta realidad de fe. Encuentro que culmina en el
reconocimiento y testimonio gozosos de Cristo como Salvador y luz de todas las
naciones.
También
hoy podemos preguntarnos si, como Simeón y Ana, verdaderamente lo esperamos,
cómo lo esperamos y en que medida nos alimentamos durante el tiempo de la
espera de la esperanza que defrauda, puesta ya en nosotros por el Espíritu,
disponiéndonos con la oración y la confianza a dejarnos sorprender por la luz
de Aquel que no sale al encuentro y que
como hizo a Simeón y Ana, nos revela en sentido pleno y verdadero de la vida.
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