lunes, 3 de febrero de 2014

Al encuentro con la Palabra


La presentación del Señor (Lc. 2, 22-40)
“Aquí vengo Señor para hacer Tu voluntad"

Celebramos hoy a los cuarenta días del nacimiento de Cristo, la fiesta de la presentación del Señor.  Siendo una fiesta Cristológica, prevalece sobre el domingo ordinario.
Esta es una fiesta evangélica de un gran significado Cristológico que tiene un triple contenido.
1.- Ante todo como “Presentación del Señor”, esta fiesta celebra la ofrenda de Jesús al Padre. Según el libro del Éxodo, todo primogénito varón pertenece al Señor y debe serle consagrado o bien rescatado mediante la ofrenda  de un sacrificio. Además el libro del Levítico prescribe un rito de purificación para la madre después del parto. María y José se atienen a estos preceptos y van al templo de Jerusalén para cumplir con estos mandatos y como son pobres, en vez de un cordero ofrecen simplemente un par de tórtolas.
La presentación de Jesús en el templo y su consagración a Dios, tiene un sentido mucho más profundo que el que marcaba la Ley. Es la consagración de Jesús al Padre, que la carta a los Hebreos interpreta maravillosamente cuando pone en boca de Jesús: “Por eso, al entrar en este mundo, dicen Cristo: no has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has dado un cuerpo; no has aceptado holocaustos ni sacrificios por el pecado. Entonces yo dije: aquí vengo, ¡Oh Dios!, para hacer tu voluntad. Así está escrito de mi en un capítulo del libro”.
En la visita al templo de Jerusalén tienen lugar unos hechos sorprendentes que preludian el futuro. El protagonista es el anciano Simeón, “hombre justo y temeroso de Dios; en él mora el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor”. Movido por el mismo Espíritu reconoce en aquel niño en brazos de su madre al Mesías prometido y tomándolo en sus brazos bendijo a Dios diciendo: “Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, el que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”
María y José están sorprendidos por las palabras de Simeón y a la madre de Jesús le anuncia: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”. Se anuncia ya el misterio de la pasión, el misterio de la Pascua, y María íntimamente unida a la suerte y misión de su Hijo.
Aparece también otro personaje: Ana, de la tribu de Aser, mujer muy anciana, que se encuentra también con aquel niño y reconoce al Mesías prometido, “dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
2.- El segundo contenido de esta fiesta es el carácter mariano de la celebración. María aparece como la “portadora de Cristo Luz que alumbra a las naciones y gloria de su  pueblo Israel” El papel de María es darnos a Cristo, su Hijo, y además íntimamente unida al misterio y a la misión de su Hijo, al misterio de su Pascua, “y a ti una espada de dolor te atravesará el alma”.  María y José quedan sorprendidos por la palabra de Simeón, y sin entender del todo sus palabras en ese momento, las guardan en su corazón. Como fieles discípulos de su Hijo van descubriendo gradualmente iluminados por el Espíritu, su identidad y misión, y el papel que ellos desempeñarán el proyecto de salvación.
3.- Hay un tercer tema que también se descubre en el trasfondo de esta fiesta. Hoy es la fiesta de la Iglesia que sale al encuentro de su Señor, ya que el mismo Señor se ha dignado revivir al encuentro de su Iglesia. En este día somos invitados a reconocernos en Simeón y Ana como creyentes que impulsados por la fe, salen al encuentro de su Señor. la Bendición  y procesión de las candelas (velas) que hoy se realiza, quieren expresa esta realidad de fe. Encuentro que culmina en el reconocimiento y testimonio gozosos de Cristo como Salvador y luz de todas las naciones.
También hoy podemos preguntarnos si, como Simeón y Ana, verdaderamente lo esperamos, cómo lo esperamos y en que medida nos alimentamos durante el tiempo de la espera de la esperanza que defrauda, puesta ya en nosotros por el Espíritu, disponiéndonos con la oración y la confianza a dejarnos sorprender por la luz de Aquel que no sale al encuentro  y que como hizo a Simeón y Ana, nos revela en sentido pleno y verdadero de la vida.

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