martes, 25 de febrero de 2014

Al encuentro con la Palabra


VI Domingo Ordinario (Mt 5, 17-37)
“No he venido a abolir la Ley y los Profetas; sino a darles plenitud”

Seguimos en el Sermón de la Montaña. Lo retomamos donde lo habíamos dejado el domingo pasado. Son las Bienaventuranzas las que iluminan el texto de hoy.

Hay dos versículos que nos dan la clave de interpretación del texto de este domingo y el siguiente. El primero es el versículo 17: “No crean que he venido a abolir la Ley y los Profetas; sino a darles plenitud”.

En más de una ocasión se acusa a Jesús y sus discípulos de no cumplir con la ley. Aquí el Señor responde con claridad que Él no ha venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a llevarlos a plenitud, hasta sus últimas consecuencias. Lejos pues de desautorizar la Escritura, Jesús la valora insistentemente y nos lleva a su sentido más profundo. El otro versículo que es clave es el v20 “Les aseguro  que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos”

La palabra “justicia”, en la Escritura, no tiene el significado que le damos en nuestra cultura: dar a cada quien lo que corresponde. El hombre “justo” en la Sagrada Escritura, es el hombre que está en comunión con Dios y cumple su voluntad. Ser justo quiere decir cumplir fielmente la voluntad de Dios. Pero no basta con cumplirla en la letra, quedamos en la exterioridad de la ley. Sino superamos el cumplimiento meramente externo de la ley, no hemos entendido su sentido profundo, no hemos entrado en la dinámica del Reino, y por lo mismo, no cumplimos la voluntad del Padre. No hemos superado la “justicia” de los escribas y fariseos.

Anunciado este planteamiento, el Sermón de la Montaña plantea seis ejemplos a manera de antítesis; en ellos Jesús contrapone algunas sentencias significativas de la Ley de Moisés con normas de actuación. De este modo pretende ayudarnos a descubrir cuál es el contenido de fondo de la Ley.

La primera antítesis se refiere a “no matar”, presente en el decálogo y reinterpretado por Jesús, hay también otras maneras de matar; también la ira, el insulto, el desprecio, manifiestan un conflicto y un juicio que amenazan y trastornan la vida de la comunidad. Y todavía más, la autenticidad del culto se verificará según la capacidad de vivir reconciliados.

El adulterio también es sometido a consideración: la unión con la mujer de otro hombre, incluso antes de quebrantar el derecho del marido, tiene su raíz en el corazón, sede de los sentimiento profundos y de la personalidad moral del individuo. Por eso, quien “desea” en el sentido del verbo hebreo correspondiente, quiere adueñarse con violencia de algo que no le pertenece, ya cometió adulterio en su corazón.

Lo que viene después de “arrancarse el ojo” o “la mano”, por supuesto que no hay que entenderlo literalmente. El “ojo”  y la “mano” son el símbolo del deseo y la acción correspondiente; es decir, lo que hay que cortar es todo aquello que te lleva al pecado.

El tercer ejemplo que el Señor pone es sobre el divorcio y nos remite al texto de Dt 24, 1). Se trata del derecho que tenía el marido de repudiar a una mujer, es decir, de despedirla a su casa y oficializar el divorcio. En cambio, según la ley de Moisés, la mujer no tiene derecho a divorciarse de su marido. Jesús quiere ir a la raíz, no se contenta con resolver las cuestiones importantes de la vida por la vía legal, sino que antepone a todo la importancia del hecho y no deja de recordar las responsabilidades de los hombres, no tan contempladas en la Ley como las de las mujeres. Además, en otro texto (Mt 19, 1-9), Jesús remite al proyecto original de Dios.

La última antítesis hace referencia a los juramentos que pretenden implicar a Dios en nuestras afirmaciones. Pueden convertirse en una manipulación de Dios, cosa que los hombres han hecho y hacen a menudo. La exclusión de cualquier tipo de juramento, pretende desenmascarar la costumbre de abusar de la autoridad de Dios, y es una llamada a la verdad y a la sinceridad y un rechazo de cualquier forma de hipocresía.

¿Qué hay en el fondo del Evangelio de hoy? Jesús nos invita a entrar en el sentido profundo de la Ley; a no quedarnos en el cumplimiento externo y superficialidad. Para entrar en el Reino de los cielos, el Señor nos pide una justicia (cumplimiento de la voluntad de Dios) superior a la observancia mecánica y desencarnada; solicita una adhesión capaz de interiorizar la norma  y manifestar las verdaderas intenciones del corazón.

La nueva justicia no se volverá a medir más en términos “cuantitativos”, como observancia externa de unos preceptos; será valorada en virtud de la adhesión del corazón a las exigencias del Reino: el amor, el respeto, la libertad, la verdad....

No hay comentarios:

Publicar un comentario