XV Domingo
Ordinario (Lc 10, 25-37)
“Anda, y haz tu lo mismo”
Jesús,
en éste domingo pronuncia la parábola del buen samaritano, por nosotros bien conocida.
Cuando la dice, está en plena controversia con un “maestro de la ley” (vv.25.29).Él
es alguien que conoce bien la “Ley”. Jesús hace que él mismo, el “maestro”, responda
con “la Ley”. De este modo, ese hombre se puede dar cuenta de que “heredar la vida
eterna” (v.25) está a su alcance si no olvida que “la Ley” también pasa por el corazón
(Dt 30,14), no sólo por los labios. En todo caso, Jesús ratifica la respuesta del maestro: “haz esto y tendrás la vida” (v.37), no te limites a decirlo.
Jesús
habla con un hombre que pretende “ponerlo a prueba” (v.25) y “justificarse” así
mismo (v.29). Es alguien que quiere mostrar
que es justo (Lc 18,9). O quiere justificar la pregunta que había hecho antes,
al estilo de los que buscan excusas. A Jesús
no le preocupa la cuestión teórica de quien es el “prójimo” (v. 29). Ésta siempre es una cuestión práctica (v.
36) y, por ello, con la parábola propone un modelo a imitar.
En
un camino solitario yace un ser humano, robado, agredido, despojado de todo, medio
muerto, abandonado a su suerte. En este herido sin nombre y sin patria resume Jesús la situación de tantas
víctimas inocentes maltratadas injustamente y abandonadas en tantos caminos
de la historia.
En el horizonte aparecen dos viajeros:
primero un sacerdote, luego un levita. Los dos pertenecen al mundo respetado
de la religión oficial de Jerusalén. Los dos actúan de manera idéntica: “ven al
herido, dan un rodeo y pasan de largo” (vv.31.32). Los dos cierran sus ojos y su corazón, aquel hombre no existe para
ellos, pasan sin detenerse. Su corazón no estaba convertido al de Dios de
la misericordia. Esta es la crítica radical de Jesús a toda religión incapaz de
generar en sus miembros un corazón compasivo. ¿Qué sentido tiene una religión tan
poco humana?
Por el camino viene un tercer personaje.
No es sacerdote ni levita. Ni siquiera pertenece a la religión del Templo. Sin embargo,
al llegar, “ve al herido, se conmueve y
se acerca” (vv.33.34). Luego, hace por aquel desconocido todo lo que puede para
rescatarlo con vida y restaurar su dignidad (vv.34.35). Tiene un corazón compasivo que sabe expresarse a través de un amor
eficaz.
Lo
primero es no cerrar los ojos. Saber
“mirar” de manera atenta y responsable al que sufre. Esta mirada nos puede liberar
del egoísmo y la indiferencia que nos permiten vivir con la conciencia tranquila
y la ilusión de inocencia en medio de tantas víctimas inocentes. Al mismo tiempo, “conmovernos” y dejar que su sufrimiento
nos duela también a nosotros.
Lo decisivo es reaccionar y “acercarnos” al
que sufre, no para preguntarnos si tengo o no alguna obligación de ayudarle,
sino para descubrir de cerca que es un
ser necesitado que nos está llamando. Nuestra actuación concreta nos revelará
nuestra calidad humana.
Todo esto no es teoría. El samaritano del relato no se siente obligado
a cumplir un determinado código religioso o moral. Sencillamente, responde a la situación del herido
inventando toda clase de gestos prácticos orientados a aliviar su sufrimiento y
restaurar su vida y su dignidad.
Jesús,
el auténtico buen samaritano, termina el diálogo con la invitación al maestro de
la Ley y a nosotros a vivir como discípulos suyos: “Anda, haz tú lo mismo” (v.37).
“Sean
compasivos como su Padre es compasivo” (Lc 6,36). Esta es la herencia que
Jesús ha dejado a la humanidad. En él se nos describe la actitud que hemos de promover,
más allá de nuestras creencias y posiciones ideológicas o religiosas, para construir
un mundo más humano.
Señor
Jesús, eres Tú quien nos dice que amarte
significa ser responsables del hermano, sea quien sea. Si te amo, nadie es enemigo para mí. Si te amo,
nada es más urgente que salir al encuentro de la necesidad del otro. Si te amo,
hay siempre, cada día, alguien del que hacerme prójimo, ocupándome de él
personalmente. Gracias, Señor, por
recordarme que el amor tiene para ti la concreción de la atención al otro,
un hombre por el que te entregaste por completo. Vivir así ya es vida eterna.
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