lunes, 9 de diciembre de 2013

Al encuentro con la Palabra


Domingo II de Adviento
A Jesús, solo se le sigue en actitud de conversión

 Dentro del camino que hemos iniciado el domingo anterior, la liturgia pone ante nosotros la figura del Bautista en el Jordán. Juan es un profeta original e independiente que provoca un fuerte impacto en el pueblo. Son las primeras generaciones cristianas quienes lo vieron como el hombre que preparó el camino a Jesús. Hay algo nuevo y sorprendente en este profeta. No predica en Jerusalén, como Isaías y otros profetas: vive apartado de la élite del templo. Se dice de él que es "una voz que grita en el desierto", un lugar que no puede ser fácilmente controlado por ningún poder.

Sin embargo, es en el desierto en donde se puede escuchar a Dios en el silencio y la soledad. Es el mejor lugar para iniciar la conversión a Dios preparando el camino a Jesús. Sabemos de sobra que a Jesús, solo se le sigue en actitud de conversión, una conversión que hemos de iniciar ahora mismo, para transmitirla como talante y como aliento a las comunidades venideras. Una conversión que hemos de alimentar y sostener entre todos. Solo una Iglesia en actitud de conversión es digna de Jesús.
 
Son bastantes los cristianos que se han quedado en la religión del Bautista. Han sido bautizados con "agua", pero no conocen el bautismo del "Espíritu". Tal vez es necesario dejarnos transformar por el Espíritu que transformó a Jesús ¿Cómo vive Jesús, lleno del Espíritu de Dios, al salir del Jordán?

Jesús se aleja del Bautista y comienza a vivir desde un horizonte nuevo. No hay que vivir preparándonos para el juicio inminente de Dios. Es el momento de acoger a Dios Padre que busca hacer de la humanidad una familia más justa y fraterna. Este es el camino que tendremos que preparar. Quien no vive desde esta perspectiva no conoce todavía qué es ser cristiano.

Movido por esta convicción, Jesús deja el desierto y marcha a Galilea a vivir de cerca los problemas y sufrimientos de las gentes. Jesús abandona también el lenguaje amenazador del Bautista y comienza a contar parábolas que nunca se le habían ocurrido a Juan. El mundo ha de saber lo bueno que es Dios que busca y acoge a sus hijos perdidos, porque sólo quiere salvar, no condenar. Jesús deja la vida austera del desierto y se dedica a hacer gestos de bondad que el Bautista nunca había hecho. Cura enfermos, defiende a los pobres, toca a los leprosos, acoge a su mesa a pecadores y prostitutas, abraza a niños y niñas de la calle. La gente tiene que sentir la bondad de Dios en su propia carne. Quien habla de un Dios bueno y no hace los gestos de bondad que hacía Jesús desacredita su mensaje.

 Es muy fácil quedarse en la vida "sin caminos" hacia Dios. No hace falta ser ateo. No es necesario rechazar a Dios de manera consciente. Basta seguir la tendencia general de nuestros días e instalarnos en la indiferencia religiosa. Poco a poco, Dios desaparece de nuestro horizonte. Cada vez interesa menos. ¿Es posible recuperar hoy caminos hacia Dios?

 Hoy en día, tendremos que ser consciente de que estamos llenando nuestra existencia de cosas, y nos estamos quedando vacíos por dentro. Vivimos informados de todo, pero ya no sabemos hacia donde orientar nuestra vida. Nos creemos las generaciones más inteligentes y progresistas de la historia, pero no sabemos entrar en nuestro corazón para adorar o dar gracias.

Señor Jesús, ahora que hemos encendido el segundo cirio de nuestra corona de adviento, te pedimos que seas Tú la luz que necesitamos en nuestro caminar por la existencia. Queremos, si es necesario, abrir caminos nuevos que nos lleven al Dios de la vida, y caminos que nos lleven a encontrarnos con los más necesitados de nuestra familia humana. Ayúdanos a ser sensibles a las voces y acciones de hombres y mujeres, que nos ayudan a preparar y recorrer el camino que nos conduce al Belén de nuestra historia, para contemplar en ella tu encarnación.

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