jueves, 26 de diciembre de 2013

Al encuentro con la Palabra


Domingo IV de Adviento y
Misa Vespertina de la Vigilia de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo (Mt 1,18-24)
“Dios se ha hecho hombre, y ha venido a habitar entre nosotros"

 Bien es sabido que entre los hebreos no se le ponía al recién nacido un nombre cualquiera, de forma arbitraria, pues el "nombre", como en casi todas las culturas antiguas, indica el ser de la persona, su verdadera identidad, lo que se espera de ella.

 De ahí que, el evangelista Mateo, tenga tanto interés en explicar desde el comienzo a sus lectores el significado profundo del nombre de quien va a ser el protagonista de su relato. El "nombre" de ese niño que todavía no a nacido es "Jesús", que significa "Dios salva". Se llamará así porque "salvará a su pueblo de los pecados".

 Mateo le asigna además otro nombre: "Emmanuel". Sabe que nadie ha sido llamado así a lo largo de la historia. Significa "Dios con nosotros". Un nombre que le atribuimos a Jesús los que creemos que, en él y desde él, Dios nos acompaña, nos bendice y nos salva.

 La Navidad está tan desfigurada que parece casi imposible hoy ayudar a alguien a comprender el misterio que encierra. Tal vez hay un camino, pero lo ha de recorrer cada uno. No consiste en entender grandes explicaciones teológicas, sino en vivir una experiencia interior humilde ante Dios.
 
Las grandes experiencias de la vida son un regalo, pero, de ordinario, solo las viven quienes están dispuestos a recibirlas. Para vivir la experiencia del Hijos de Dios hecho hombre hay que prepararse por dentro. El evangelista Mateo nos viene a decir que Jesús, El niño que nace en Belén, es el único al que podemos llamar con toda verdad "Emmanuel", que significa "Dios con nosotros".
 
La Navidad es mucho más que todo ese ambiente superficial y manipulado que se respira esos días en nuestras calles. Una fiesta mucho más honda y gozosa que los artilugios de nuestra sociedad de consumo. Los creyentes tenemos que recuperar de nuevo el corazón de esta fiesta y descubrir, detrás de tanta superficialidad y aturdimiento, el misterio que da origen a nuestra alegría.
 
No entenderemos la navidad si no sabemos hacer silencio en nuestro corazón, abrir nuestra alma al misterio de Dios que se nos acerca, acoger la vida que se nos ofrece y saborear la fiesta de la llegada de un Dios Amigo.

 En medio de nuestro vivir diario, a veces tan aburrido, apagado y triste, se nos invita a la alegría. "No puede haber tristeza cuando nace la vida"(san León Magno). No se trata de una alegría insulsa y superficial. La alegría de quienes están alegres sin saber por qué. "Nosotros tenemos motivos para el júbilo radiante, para la alegría plena y para la fiesta solemne: Dios se ha hecho hombre, y ha venido a habitar entre nosotros" (Leonardo Boff).

 Dios nuestro, que de modo admirable creaste al hombre a tu imagen y semejanza , y de modo más admirable lo elevaste con el nacimiento de tu Hijo, concédenos participar de la vida divina de aquel que ha querido participar de nuestra humanidad.   

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