XXV
Domingo Ordinario (Mc 9, 30-37)
“Si alguno
quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”
Este domingo, el texto marcano pone
ante nosotros el segundo anuncio de la pasión y resurrección de Jesús a sus
discípulos (v. 31). A pesar de ser un anuncio más breve, todo queda en él
mejor y precisado. Sin embargo, los
discípulos, siguen sin comprender nada (v. 32). Parece que se ha apagado la
luz de la transfiguración (9, 2-13), y ha encarnado perfectamente la figura del
epiléptico dominado por aquel espíritu, poniendo al descubierto su carencia de
fe sólida y la necesidad de conocer adecuadamente la persona de Jesús (9,
14-29).
Jesús el Maestro, de camino, educa en la acción y mediante la acción (vv.
30-31). Ya “una vez en casa”, recogiendo
a jornada con sus discípulos (v. 33), “se sienta” (v. 35), y poniendo de
ejemplo a un niño (v. 36-37), les enseña que el primero entre ellos ha de ser el
último y el servidor de todos (v. 35).
Jesús, se identifica con los
niños, que representan a
los más pobres, los más pequeños, los desvalidos, los necesitados de apoyo,
defensa y comida, y los más débiles. Al
recibir a un niño, se recibe a Jesús y, en Éste a Dios (v. 37). Jesús habla
de Dios como el que envía y de sí mismo como el Enviado. En tiempos de Jesús
era habitual la idea de que el enviado es igual a aquel que lo envía, se trata, por tanto, de la acogida que se
hace a Dios a través de sus enviados
Hoy, a la luz de este texto del Evangelio, caemos en la cuenta de que no siempre entendemos a Jesús cuando lo
escuchamos y nos da miedo ahondar en su mensaje. Sin embargo, la enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su
Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y
desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto? Si la verdadera grandeza del discípulo consiste en
servir, concédenos Padre:
libertad para no pretender ningún tipo de poder en la vida ministerial de la
Iglesia; discernimiento para acoger a los últimos; capacidad de reconocer y
acoger en los demás a Jesús, y en tu Hijo, a ti mismo.
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