La
Ascensión del Señor (Mc 16, 15-20)
“Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por
todas partes”
Esta
fiesta de la Ascensión, nos lleva a contemplar un aspecto concreto de nuestra
propia fe: el Resucitado está totalmente
con Dios. Desde la liturgia del día, se expresa la fe de la Iglesia que
cree que la gloria de la que participa plenamente Jesús, será también
participada por los que son sus discípulos.
Jesús,
el Resucitado, es a quien el Padre ha enviado y, todas las palabras y obras del
Hijo, ponen de manifiesto esta realidad. Hoy
Jesús, pone en acción a los
discípulos (v. 15), dejando en ellos
la misión que a Él le había sido encomendada por el Padre, de ahí que los
discípulos podrán actuar como el Maestro, realizando las mismas obras que a
Jesús le vieron hacer (vv. 17.18).
El
versículo 19, central ahora en nuestro texto, refiere el misterio de la
ascensión, que se presenta siguiendo el modelo de Elías (cf. 2Re 2,4). Jesús se presenta ahora como el “Señor Jesús”, sentado a la derecha del
Padre, reconociéndole así, su poderío, majestad y honor.
Los
discípulos contemporáneos de Jesús, experimentaron al menos tres presencias
distintas de Jesús: una que podemos llamar ordinaria, y hace referencia a la
historicidad de Jesús, a quien ven, escuchan, comen con Él y perciben
sus sentimientos; otra que se le llama excepcional, y hace referencia a la experiencia del Resucitado que se deja ver
algunas veces, ofreciendo signos para reconocerle, en la cronología lucana,
dura poco, unos cincuenta días; y por último, la presencia invisible, esta es la experiencia de la comunidad tras el
acontecimiento de la ascensión, los discípulos ya no le ven, no le sienten,
sin embargo, le experimentan tan cerca que están convencidos de que ahora está incluso
más presente, esta presencia se prolongará hasta el fin del mundo.
En
el hoy, al discípul@ se le ofrece vivir esta triple presencia de Cristo: la
presencia ordinaria con los que se
encuentra a diario llevándoles su amor; la presencia excepcional, se da en la vida sacramentaria; y la invisible,
en la conciencia de comunión
participativa. La ascensión de Jesús, nos hace responsables de la misión
que al Hijo le fue confiada. Esto, exige de la comunidad cristiana, ayudada por
el Espíritu Santo, hacer presente a Cristo desde su propio vivir.
Señor
Jesús, desde la fe tenemos la certeza de que te seguiremos hasta estar unidos a
ti compartiendo la vida junto al Padre en una existencia plena. Queremos
comprometernos desde nuestras reales posibilidades, en el anuncio de la Buena Noticia.
Sabemos que contamos en todo momento con la ayuda del Espíritu Santo que
constantemente nos recuerda tu presencia perenne entre nosotros. Concédenos Señor, la gracia de que
nuestras palabras y acciones como discípulos y misioneros estén siempre
inspiradas y confirmadas por ti.
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