domingo, 22 de enero de 2012

Al encuentro con la Palabra


III Domingo Ordinario (Mc 1, 14-20)
¡El tiempo ha llegado!

El Evangelio de hoy nos coloca de una manera sintética en los comienzos de la misión de Jesús y resume el contenido de la misma; sin embargo, para poder apreciar lo que Marcos nos dice, es bueno recordar que, hasta este punto del escrito, el lector solo conoce de Jesús dos cosas fundamentales, que Dios le ha declarado su Hijo amado en el bautismo en el Jordán y que durante un período de prueba en el desierto, ha permanecido fiel a su propia identidad de Hijo. En esta experiencia de filiación reside el verdadero fundamento de la alegre noticia que Jesús difunde por los caminos de Galilea “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca” (v15). Es Dios quién irrumpe en Jesús y da cumplimiento a la promesa de salvación.
¿Por qué empezar en Galilea? No se debe sólo a que esta es su tierra de origen, sino a que dado su carácter de región con población mixta, Galilea representa una especie de puente entre Israel y los gentiles. Intuimos así el horizonte universal al que quiere extenderse el señorío de Dios, ese “Reino de Dios” que estará presente en toda su predicación  y a cuyo servicio estará toda su vida.
El Evangelio de hoy tiene claramente dos partes; el contenido del inicio del ministerio de Jesús (vv1-5) y el doble relato de la llamada de los primeros discípulos (vv 16-20) de las dos parejas de hermanos: Simón y Andrés y Santiago y Juan.
Vayamos a la primera; Marcos sintetiza maravillosamente el contenido de la predicación de Jesús “Se ha cumplido el tiempo” Es decir, el tiempo de la promesa ha terminado, estamos ya en el cumplimiento de ella. Ya no hay que esperar el “Kairos”, es decir, el tiempo propicio para acoger la promesa de salvación y unirse con Dios es “hoy”. “El Reino de Dios ya esta cerca” Ese Reino prometido por Dios y anunciado por los profetas ya está aquí. Para Jesús el Reino de Dios que va a ser la pasión de su vida y toda la razón de ser de su existencia, no es ni una teocracia (poder temporal guiado por él) ni una nueva moral o una religiosidad más celosa, sino el encuentro de Dios con la humanidad en la que Él irá realizando su proyecto de salvación que es un proyecto de vida. Esa será la manera como Dios quiere reinar en el mundo.
En consecuencia, para acoger el Reino de Dios, lo que Jesús pide a quienes le escuchan, no es tanto la observación de una serie de normas, sino la conversión  y el creer en la “Buena Nueva”.
Convertirse significa no un cambio meramente superficial, sino que nace de lo profundo del corazón. Esto último supone cambiar no solo el modo de obrar, sino también el modo de pensar y desear.
Creer, es la certeza de que venida de Dios es verdaderamente “Evangelio “, es decir, noticia capaz de dar alegría. Este asentimiento de fe, se establece dando una nueva forma al ser y al obrar de la persona.
Viene a continuación el relato de la llamada de los primeros discípulos (vv16-20) Es significativo que Marcos una el inicio del ministerio de Jesús con el llamado de los primeros discípulos; es como si el Evangelista quisiera acentuar que la acogida del Reino se realiza en el camino del seguimiento de Jesús. Sólo se pide a los discípulos una obediencia pronta, no una cualidad humana particular. Todo camino posterior será un seguir a Jesús, descubriendo una realidad nueva, aunque exigiéndoles su disponibilidad, que se manifiesta sobre todo en el desprendimiento de todo cuanto poseen y de todo lo que han sido hasta ese momento.
Pero también aparece que el proyecto de Jesús que apenas se inicia, requiere no sólo de discípulos (seguidores de Jesús), sino también de colaboradores (“Haré de ustedes pescadores de hombres”)
En la narración de la llamada a los primeros discípulos, el Evangelista Marcos describe cómo es la llamada que Jesús hace a toda persona y también a cada uno de nosotros. Es una invitación a seguirle y a colaborar con Él en su proyecto de salvación, en le proyecto de su Reino.

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