IV Domingo Ordinario (Mc 1, 21-28)
“¿Que nueva doctrina es esta?”
Continuamos con la lectura de Marcos, que iniciamos el domingo pasado que nos narra el principio del ministerio de Jesús haciendo una breve síntesis del contenido de su predicación: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio” (v15) y llamando a los cuatro primeros discípulos para dar a entender que este proyecto que va a dando a conocer requiere de colaboradores.
Ahora contemplamos a Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm. La sinagoga era el estudio e interpretación de la Escritura y de oración de las comunidades judías. Ellos no tenían más que un solo templo que estaba en Jerusalén, y en las demás ciudades y pequeñas aldeas existían las sinagogas . El culto sinagogal , que tenía lugar el sábado y los otros días de fiesta, se empezaba recitando algunos Salmos y se hacían las lecturas de algunos capítulos del Antiguo Testamento, seguidas de una explicación.
Jesús como todo buen judío, va los sábados a la sinagoga a reunirse para orar y para escuchar la lectura de las Escrituras. Cualquiera de los presentes podía ser invitado a hablar en la Asamblea. Este es el caso de Jesús, como nos describe Marcos (v21) y se puso a enseñar. “Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quién tiene autoridad y no como los escribas” (v22) ¿En que está la autoridad de Jesús? Él es la palabra viva del Padre; la Palabra de Dios llega a plenitud en Él; es decir, es autor de lo que dice, no repite lo que han dicho los grandes maestros de la Ley; además lo que dice lo hace, hay congruencia entre lo que enseña y lo que vive, entre su palabra y sus actos. La gente lo compara con los escribas, quienes a menuda caían en el fundamentalismo de la letra, o repetían lo que habían dicho maestros anteriores y su vida, tampoco reflejaba lo que enseñaban.
Estaba también en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo a quien Jesús va a liberar del mal que lo aquejaba ordenándole “Cállate y sal de él” (v23-26).
La palabra de Jesús ante el espíritu inmundo es una palabra eficaz, que vence al mal: Jesús hace callar al espíritu inmundo, no sólo como expresión de victoria, sino también porque todavía no ha llegado el momento de dar a conocer abiertamente su identidad. La autoridad de Jesús se manifiesta no solo en su manera de enseñar, sino también en la expulsión del espíritu inmundo (v27).
La palabra de Jesús ante el espíritu inmundo es una palabra eficaz, que vence al mal: Jesús hace callar al espíritu inmundo, no sólo como expresión de victoria, sino también porque todavía no ha llegado el momento de dar a conocer abiertamente su identidad. La autoridad de Jesús se manifiesta no solo en su manera de enseñar, sino también en la expulsión del espíritu inmundo (v27).
En el Evangelio de hoy, hay dos rasgos de la persona de Jesús que se acentúan fuertemente: “enseña como quién tiene autoridad” y su poder liberador del mal que está en lo profundo del corazón del hombre.
En la actualidad, hay múltiples propuestas de maestros y de teorías que se proponen como las únicas propuestas válidas para que el hombre llegue a su realización y obtenga su felicidad, pero que en realidad son caminos de muerte. El Evangelio de hoy nos propone a Jesús como el único Maestro (con mayúscula) a quién debemos escuchar, por que es el único que lleva a la vida.
Ante las múltiples propuestas de liberación, reconocemos en Jesús al único que puede liberar del mal que está en lo profundo del corazón del hombre.