lunes, 31 de octubre de 2011

Al encuentro con la Palabra


XXXI Domingo Ordinario (Mt 23, 1-12)
“El Mayor entre Ustedes sea el servidor de todos”
El choque entre Jesús y los fariseos, sacerdotes y maestros de la Ley llega a uno de sus puntos más álgidos. Con su dura crítica a las autoridades religiosas de su tiempo, Jesús pone alerta a sus discípulos frente a las deformaciones y abusos en los que se puede hacer en la práctica religiosa.
El Evangelio de hoy es una confrontación muy dura para todos los que ejercen algún tipo de autoridad en la comunidad cristiana, pero que puede extenderse para todos los que tienen alguna autoridad en cualquier tipo de grupo llámese familiar o incluso en la sociedad civil.
En primer lugar, Jesús denuncia la incoherencia de vida. “Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra”. Más aún, les echa en cara lo duro que son para interpretar la ley cuando se trata de los demás, y lo blando que son para interpretar la ley, cuando se trata de ellos mismos : “Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover”
En segundo lugar, Jesús les critica lo podríamos llamar su exhibicionismo religioso: “Todo lo hacen para que los vea la gente”. Desvirtúan así el cumplimiento de la ley y los mismos manifestaciones del culto, en los que la referencia ya no es Dios, sino ellos y su vanidad.
En tercer lugar, además de su vanidad Jesús cuestiona su búsqueda de títulos y honores: “les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente les llame maestros”. Títulos que utilizan para sacar provecho y satisfacer su vanidad.
Viene después un llamado muy fuerte para prevenir a sus discípulos de tales aberraciones “ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’ ni ‘padre’, no se dejen llamar ‘guías’, porque no tienen más que un maestro, un solo Padre, el del cielo y un único guía, Cristo.
Viene al final del Evangelio de hoy, lo que podríamos llamar la síntesis y la fundamentación última de porqué los discípulos debemos evitar este tipo de aberraciones y abusos de la autoridad: “todos ustedes son hermanos” y por lo tanto “que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece a si mismo será humillado y el que se humilla será enaltecido.”
¡Que manera de desnudar Jesús a las autoridades religiosas de su tiempo, y de despojarlas de sus caretas de hipocresía! Es bueno que todos  los que ejercemos algún tipo de autoridad, nos sintamos interpelados en nuestras actitudes de fondo en las relaciones con los demás.

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