domingo, 6 de noviembre de 2011

Al encuentro con la Palabra


XXXII Domingo Ordinario (Mt 25, 1-13).
¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!
Estos últimos tres domingos del año litúrgico, leeremos el capítulo 25 de evangelio de Mateo. Ello provoca en nosotros como discípul@s a que, con los pies en la realidad, alcemos la cabeza y miremos hacia adelante, a un futuro que es de Dios y que marca el presente.
Este texto mateano, llamado también “la parábola de las diez vírgenes”, está reflejado un aspecto cultural de la vida judía. Son diez jóvenes, que como damas de honor del esposo (vv. 1.5.6.10), salen a su encuentro el día de su boda. Esto requería para ellas, tener a punto las lámparas (vv. 1.3.4.7.8) y el aceite (vv. 3.4.8).
La Palabra pone el acento en que las jóvenes necias (v. 8) piden algo imposible en la práctica: que sus compañeras les den un poco de aceite. Las jóvenes sensatas (v. 9) dan la única respuesta posible.
No olvidemos que se trata de una parábola en la que se apunta al final de la vida, cuando ya está todo hecho o no, es decir, cuando ya no hay ninguna posibilidad de rectificar nada. No nos atasquemos pues en si las “sensatas” deberían compartir o no aceite. De hecho, “tener aceite a punto”, quiere decir que antes de dormirse (vv. 4-5) habían hecho lo que tenían que hacer. Quien pretende participar en el banquete de bodas, o bien, entrar en el Reino, ha de estar a punto para cuando el novio llegue.
Finalmente el acento recae en la llamada a velar (13). Es la llamada a tenerel aceite a punto para el momento de la resurrección, el momento en el que el “esposo” nos “despertará” (7). Es el momento definitivo en el que ya está todo hecho o no. El proveersede aceite” es, en el aquí y ahora, el momento de cumplir la voluntad de Dios.
La vida cristiana, en sus exigencias, pretende hacer plena la vida de cada persona. La llamada a la espera y vigilancia que discernimos en este texto, han de ser una forma de vida para el bautizado. Por ello, será siempre bueno releer este texto cuando el cansancio, la apatía y la rutina amenacen con ahogar la espera del Señor. Nuestro vivir, es un esperar al Señor que viene. Y somos conscientes que eso no se improvisa a última hora “ni se puede pedir prestado”. Es actitud personal e intransferible. No se puede cumplir la voluntad de Dios en lugar de otr@. Nadie puede mantener la lámpara encendida por ti, sólo tú. Nadie puede amar por ti, sólo tú.
¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro! Señor Jesús, cuántas veces a mi vida has venido y cuántas sin aceite he salido. Yo pongo en tus manos todas “mis esperanzas”, y Tú pones en mi corazón todo tu proyecto. ¿Qué me pasa que te me pasas cuando sales a mi encuentro? Que lámpara sea tu Palabra en mi vivir, y éste tu luz para otros en su existir. Para que desbordada la lámpara de mi corazón por tu amor, en tu llamada a velar yo pueda siempre escuchar y actuar: ¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!

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