XVI Domingo Ordinario (Mt 13,24-43).
La fuerza del Reino, frente al misterio del mal.
Estamos en el capítulo trece de Mateo, donde la narración es interesante ofreciéndonos siete hermosas parábolas acerca del misterio del Reino. Ya en el domingo pasado en la parábola del sembrador, con la imagen de los diversos tipos de tierra, se advertía sobre como las diversas actitudes frente a la escucha de la Palabra, pueden obstaculizar o favorecer que se produzcan los frutos del Reino en la vida del creyente. El texto de la liturgia para este domingo nos pone frente a dos aspectos que son fundamentales: el drama acerca del origen del mal; y el discreto surgimiento que suele tener el Reino en las realidades humanas.
En la primera parte del texto (vv.24-30) la parábola de la cizaña revela como es el enemigo quien sagazmente deposita las semillas del mal, donde el Hijo del hombre ha sembrado la buena semilla. Dios que respeta la libertad humana y es paciente con el proceso de madurez de las personas, no se violenta ni interviene visceralmente, prefiere esperar al tiempo propicio, cuando se puedan distinguir los frutos buenos de los malos. En la parte final del texto de la liturgia (vv. 36-43), el evangelista retoma la parábola poniendo en labios de Jesús la interpretación, haciendo énfasis en su carácter escatológico, pues es al final de los tiempos cuando se establecerá la separación entre el bien y el mal y son los ángeles quienes arrojarán al lugar de castigo a los inicuos, mientras que los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre.
Entre la narración de la parábola y la interpretación que de ella hace Jesús, se encuentran interpoladas dos pequeñas parábolas que revelan el discreto y humilde surgimiento del Reino, frente al aparatoso impacto que suelen tener las obras del mal (vv. 31-33). El Reino, semejante a la semilla de mostaza, surge desde lo pequeño, y casi sin percibirlo, va penetrando las realidades humanas, a la manera en que la pequeña medida de levadura va fermentando la masa.
Nuestro tiempo, marcado por la violencia, despierta serios interrogantes acerca del origen del mal y muchas veces provoca juicios imprudentes que pueden llegar a ser injustos y poco responsables al valorar las situaciones que tienden a ser complejas en sus implicaciones. No es tan fácil como decir aquí estamos los buenos y allá están los malos; y ordinariamente no hay soluciones inmediatistas, hay que entrar en un proceso de conversión, en el que la conciencia de la propia responsabilidad, valla generando decisiones que favorezcan los frutos del Reino.
Señor Jesús líbranos del enemigo que sagazmente adultera lo que en el proyecto del Padre ha sido creado para el bien; danos el don del discernimiento para ver la presencia de tu Reino, donde parece que el mal es lo que vence.
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