Domingo XIV Ordinario (Mt 11,25-30).
La comprensión del Reino, privilegio de la gente sencilla.
El domingo pasado la liturgia nos ofrecía como reflexión la parte final del capítulo diez de Mateo (10,37-42); en este domingo nos ofrece la parte final del capítulo once del mismo evangelista (11,25-30). En la predicación de la buena noticia del Reino, Jesús se va a encontrar constantemente con una actitud de indiferencia y de rechazo (Mt 11, 16-24); más aún, su propuesta va a ser motivo de constante confrontación en los grupos más radicales de la religión judía, sobre todo de parte de los fariseos (Mt 12,1-14). Frente a esto Jesús agradece al Padre la fe de los sencillos, por su apertura en la comprensión del Misterio del Reino, sin prejuicios moralistas y dogmáticos impuestos por el pesado legalismo que adulteraba la auténtica alianza de Yahvé; esta comprensión está muchas veces ausente en los más letrados, porque el hecho de tener conocimientos humanos les puede hacer caer en la arrogancia de pensar que lo saben todo.
Jesús nos revela que la comprensión del Misterio del Reino, como proyecto de salvación del Padre para la humanidad, no se reduce a un erudito ejercicio del intelecto humano; es fruto del encuentro existencial con una persona, Jesús de Nazaret, el único que conoce la intimidad del Padre, puesto que ha salido de Él, y por lo tanto, el único que puede darlo a conocer en forma plena.
Vivir la experiencia de encontrarse con Jesús, significa caminar unidos a Él, asidos al mismo “yugo”, para que la carga propia de la vida, que es la cruz de cada día (Mt 11,38), la sostengamos en Él; y viviendo vinculados en Él, aprendamos su bondad y su mansedumbre, para que lo complejo de la vida se vuelva simple, lo pesado se vuelva ligero, lo cansado se vuelva llevadero.
En nuestro tiempo todos los días nos sorprende el avance a pasos agigantados de la ciencia y la tecnología en diversas áreas de la vida humana, desgraciadamente dicho avance no corresponde con un proyecto de humanización; pareciera que los seres humanos entre más desarrollamos el conocimiento científico y tecnológico, más nos cuesta construir sociedades fraternas; pareciera que entre más desarrollamos medios de comunicación que agilizan la información y acortan las distancias, más nos alejamos unos de otros y nos desconocemos como semejantes e imagen sagrada de Dios.
Señor Jesús queremos caminar unidos a ti en el mismo “yugo”, para que aprendiendo la mansedumbre y la humildad de tu compasivo corazón, seamos capaces de comprender la hermosura y la riqueza del Reino, que como buena noticia del Padre, con tu vida y tu palabra nos has venido a revelar.
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