domingo, 10 de julio de 2011

Al encuentro con la Palabra


XV Domingo Ordinario (Mt 13,1-23).
La Palabra, semilla fecunda del Reino.
El domingo pasado en el evangelio Jesús agradecía al Padre el hecho de que el misterio del Reino sea revelado a la gente sencilla, denunciando a su vez la arrogancia de los letrados, por la cual son privados de comprender y de encontrarse con la Buena Noticia. En el capítulo trece de Mateo el mismo Jesús nos catequiza con siete hermosas parábolas, acerca de la manera misteriosa en que el Reino se va haciendo presente en la vida de los seres humanos (El sembrador 13,1-23; la cizaña 13,24-30; el grano de mostaza 13,31-32; la levadura 13,33; el tesoro y la perla 13,44-46; la red 13,47-50). La narración del texto para este domingo se desarrolla en torno a la primera parábola, distinguiendo cuatro partes: introducción a la predicación de las parábolas del Reino (13,1-3a); parábola del sembrador (13,3b-9); inserción sobre la comprensión e incomprensión  de las parábolas (13,10-17); interpretación de la parábola del sembrador (13,18-23).
Al inicio del capítulo trece Jesús se presenta entre las multitudes que buscan escuchar la Palabra sobre la buena noticia del Reino; Él, estando a la orilla del mar se sube a la barca buscando la manera de que la resonancia de su voz llegue a los oídos de todos, y recurre a la pedagogía de las parábolas buscando hacerse entender por quienes, siendo sencillos, estaban con el corazón abierto.
La parábola del sembrador retrata a Jesús frente a la humanidad que es como la tierra en la cual Él deposita la semilla de la Palabra. Cada corazón se puede identificar en algún tipo de tierra, pero en todos la semilla es sembrada. La forma común de sembrar en tiempos de Jesús consistía en aventar puñados de semilla sobre la tierra, forma que en la enseñanza del evangelio nos permite entender que el Reino, naciendo de la escucha de la Palabra, tiene como destinatarios a todos los hombres y mujeres, independientemente de su condición social, moral, cultural, etc., pues en el anuncio del Evangelio no puede haber acepción de personas; que germine, crezca y de frutos, en buena parte dependerá de los condicionamientos y circunstancias en que se encuentre la persona que recibe esa semilla.
Es una buena noticia escuchar del mismo Jesús que la semilla de la Palabra es para todos, también para mí; pero necesito preguntarme si las circunstancias que definen ahora mi persona me ayudan a ser tierra fértil que produzca los frutos del Reino. Él no nos exige más de lo que podemos dar, pero si quiere que creciendo en la comprensión de su Palabra, vallamos produciendo el treinta o el sesenta por ciento, de acuerdo a nuestro proceso de madurez cristiana, la cual se ha de notar en los frutos del Reino: el amor, la verdad, la justicia, la paz, etc.; esperando que en el encuentro definitivo con Él seamos la mejor tierra, donde el Reino en plenitud germine y se realice al ciento.
Señor, nosotros también somos tus discípulos, muchas veces cerrados de entendimiento para comprender el misterio del Reino; háblanos al corazón y explícanos las parábolas, para que seducidos por el Evangelio, demos los frutos que tu sabes que estamos en capacidad de producir

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