miércoles, 1 de mayo de 2013

Al encuentro con la Palabra


V Domingo de Pascua (Jn 13, 31-33, 34-35)
“Ámense los unos a los otros como Yo los he amado”

El evangelio de hoy nuevamente nos coloca en el contexto de la Última Cena y más en concreto en el comienzo del largo discurso de despedida de Jesús. Los discursos de despedida se encuentran en otros escritos bíblicos y del judaísmo; son un modo de dar relieve a un personaje importante, quien, antes de morir, reúne a su familia y les dice cómo tienen que afrontar lo que les tocará vivir.

El género literario del discurso de despedida permite que las palabras del personaje importante, es esta caso Jesús, sean leída más tarde por otros discípulos. Es decir, las palabras de Jesús se dirigen a todas las generaciones de creyentes, no solo a los que han compartido la cena con Él.

El capítulo 13 empieza con el lavatorio de los pies a sus discípulos con todo el simbolismo eucarístico que Juan le da; viene después el anuncio de la traición de Judas, y la interpretación que Jesús hace de muerte inminente como la “hora” en que Dios será glorificado, y si Dios va a ser glorificado en le Hijo del Hombre, también Dios lo glorificará en Él.

Inmediatamente después se inicia el discurso de despedida con una frase muy significativa “hijitos míos”. Es Jesús que instruye a sus discípulos “su familia” sobre cómo tienen que afrontar la nueva etapa: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como Yo los he amado”

Para comprender mejor este mandamiento debemos tomar en cuenta lo que dijimos anteriormente sobre el género literario del discurso de despedida. En ella la persona no se entretiene en cosas sin importancia; trata asuntos fundamentales para el que se va y de temas importantes para quienes se quedan. Esto nos introduce en un tema fundamental del Evangelio de Juan: ante la ausencia física del Señor, el modo más importante de hacerlo presente es la vivencia del amor. A tal grado remarca esto el Evangelio que no duda en ponerlo como el encargo por excelencia del Maestro a sus discípulos. Su testamento definitivo.

Además, Jesús lo llama “mandamiento nuevo” ¿En qué está la novedad? Eso de amar es tan viejo como la  humanidad. Jesús, llevándolo al extremo, al amor sin límites lo hace nuevo. La novedad del mandamiento está en que los discípulos deben amarse “como Él nos ha amado”. Ya no se trata de amar a los demás “como a nosotros mismos”. En este sentido el amor renueva los mandamientos, ya no son leyes sino la expresión de la voluntad de Dios que ama sin límites. El amor es “nuevo” porque nace de la Pascua, de la entrega libre y gratuita de Jesús hasta la muerte: “Como Yo los he amado” es la nueva medida: amor al estilo de Jesús, no de cualquier manera.

El estilo de amor de Jesús incluye al menos tres cosas: el amor a Dios se manifiesta en el amor a los hermanos; no puede existir el uno sin el otro; es un amor que tiene como exigencia inmediata construir una comunidad de hermanos basada en el servicio; introduce, además en una dinámica en la que lo importante no es cumplir algunos mandamientos, sino amar con tal intensidad que no tiene límites, y esto es tan importante para Jesús como para sus discípulos que lo pone como distintivo para que los reconozcan como tales: “Y por este amor reconocerán todos, que ustedes son mis discípulos” La autenticidad del discípulo no está  en lo que diga sino en lo que viva: que ame al estilo de Jesús. amor, que en el evangelio de Juan, debe estar impregnado de lo comunitario.

Ante la falta de confianza que mucha gente tiene en la Iglesia y en nosotros los cristianos, el evangelio de hoy nos remite a lo esencial y fundamental de nuestra fe y lo único capaz de generar credibilidad: el amor sin límites.

El evangelio de hoy releído a la luz de la Pascua – estamos en tiempo pascual – nos recuerda que la única manera de testificar y  hacer la presencia viva del resucitado es a través de amor y que sólo amando, podemos vencer a la muerte.

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