La Santísima
Trinidad (Jn 16, 12 -15)
“Creemos
en un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo”
En el calendario litúrgico después de
terminar el ciclo de Pascua con la fiesta de Pentecostés, celebramos la fiesta
de la Santísima Trinidad, una fiesta que nos hace ir a las raíces profundas del
misterio pascual, que son también el fundamento de nuestra fe cristiana:
creemos en un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, un Dios que es
Comunidad, tres personas que se aman de tal manera y están tan interpenetrados
entre sí que están siempre unidos y son un solos Dios, el Dios uno y Trino.
Es difícil sacar de un solo texto todo el
misterio de la Trinidad, puesto que fue una verdad que el Señor fue revelando a
través de su ministerio de una manera gradual.
El texto que la liturgia pone este
domingo forma parte de los discursos de despedida de Jesús en la Última Cena.
Si se escoge este evangelio en un domingo como este, es porque presupone una
relación profunda entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Lo vemos
especialmente en el v15 “Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso
he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”
El contexto del evangelio de este domingo
es el anuncio de Jesús de su partida y de persecución y violencia que sufrirán
sus discípulos. Ellos están desanimados y tristes por la partida de Jesús y por
lo que les esperaba en el futuro inmediato. Por eso Jesús les habla por quinta
ocasión de la promesa del Espíritu Santo. El evangelista pone en boca de Jesús
que hay muchas cosas que tiene que decirles, pero de momento no las pueden
entender. “Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, Él los irá guiando hacia
la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya
oído y les anunciará las cosas que van a suceder”.
Antes, en el mismo evangelio de Juan,
Jesús había dicho “Si se mantienen en mi palabra serán de verdad los hará
libres”. Y luego ante Pilato dirá “Yo para esto he nacido y para esto he venido
al mundo, para ser testigo de la verdad”. Por tango “la verdad” es Dios mismo y
Jesús se identifica con ella “Yo soy el camino, la verdad y la vida”
Dice Jesús que el camino hasta Dios,
hasta la “verdad plena” no lo podemos reconocer solos, aunque Él nos dijera
todas las cosas que le quedaran por decir, ya que todavía no las podemos
entender. Ciertamente, para recorrer el camino, necesitamos su palabra, pero es
el Espíritu el que nos abre a la comprensión de su palabra. Por lo mismo sin el
Espíritu no podemos amar a Dios y con Dios no se puede tener otra relación que
la del amor. Especialmente destacable en esta fiesta es que el Espíritu “no
hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído… Él me glorificará,
porque primero recibirá de mi lo que les vaya comunicando”. El Espíritu
comunica lo que recibe de Jesús, como Él lo ha recibido del Padre. La comunión,
la comunicación, es una característica del Dios Trinidad. Y no se puede creer
en Él si no es comunión-comunicación de. La gran revelación que Jesús nos ha
hecho es que Dios es un Padre que nos.
La gran revelación que Jesús nos ha hecho
es que Dios es un Padre que nos ama y ama infinitamente, que nos ha dado a su
Hijo – lo más que puede darnos- que haciéndose hombre como nosotros ha
entregado su vida por la salvación de toda la humanidad. Que ambos nos han dado
su Espíritu que nos abre a la comprensión de la palabra del Hijo y nos
introduce en la comunión del Padre y del Hijo haciéndonos participar de su
misma vida.
La presencia Trinitaria de Dios en
nuestra vida implica la vivencia cotidiana del amor entre nosotros.
No es suficiente creer en Dios, hay que
creen en el Dios Trino que implica el amor y la diversidad que nos va ayudando
a conocer y experimentar el Espíritu Santo.
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