IV Domingo
de Pascua (Jn 10, 27-30)
“Yo soy el Buen Pastor que da la vida por
sus ovejas”
El cuarto domingo de Pascua se le llama
el Domingo del Buen Pastor porque leemos un trozo de la alegoría del Buen
Pastor que viene en el capítulo 10 de San Juan. En el ciclo c que estamos
celebrando este año leemos solamente un pequeño trozo del versículo 27 al 30 de
dicho capítulo. Convine situar toda la alegoría del Buen Pastor en su contexto
para poder entender el pequeño trozo que leemos este domingo.
La curación del ciego de nacimiento que
se narra en el capítulo 9 ha provocado
una serie de discusiones a favor y en contra de Jesús. Los fariseos y maestros de la ley son quienes
más decididamente han rechazado a Jesús; ellos son los pastores que han
abandonado al rebaño y han cerrado los ojos y el corazón ante los signos
realizados por el Señor; no quiere reconocer como Mesías y enviado por Dios; la
pretensión de Jesús les parece blasfema. Terminaron por expulsar al ciego que
ahora ve, confabulándose en contra de Jesús.
En el capítulo 10 Jesús desarrolla la
alegoría del Buen Pastor como una respuesta a los que lo rechazan. Del verso 1
al 18 desarrolla toda la alegoría, y estas palabras de Jesús fueron la causa de
una nueva división de opiniones: muchos decías que estaba poseído por el
demonio, otros en cambio lo defienden (vv 19-21)
Como respuesta a la petición apremiante y
casi amenazadora de los judíos: “¿Hasta cuando vas a tenernos en suspenso?. Si
eres el Cristo, dilo claramente de una vez” (v24), Jesús les habla empleando
nuevamente la imagen del Buen Pastor. Pero estos no se encuentran con la
disposición adecuada para creer en sus afirmaciones ni tampoco para dejarse
convencer por las obras de Jesús. Se
trata de un rechazo total que les autoexcluye del rebaño de Jesús (vv 25-26).
Mas, a pesar de tanta hostilidad, el Señor se presenta a sí mismo como Buen
Pastor, haciendo una síntesis de toda la alegoría en los versos 27 a 30 que
leemos este domingo. ¿Qué hay en el trasfondo de la alegoría? Las relaciones de
Jesús para con nosotros y de nosotros para con él. Tres cosas se resaltan en
las relaciones de Cristo para con nosotros:
1.- Conoce a sus ovejas. Conocer significa entrar en comunión íntima
con las personas, captar sus exigencia más profundas, interpretar las
esperanzas, entender los problemas y la situación de cada individuo. Para Jesús
no somos una masa anónima, somos personas con una historia y un rostro
determinado.
2.- Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás. A eso viene Jesús, a revelarnos y realizar el proyecto de salvación del
Padre, que es un proyecto de salvación del Padre, que es un proyecto de vida y
de una vida que trasciende, la vida eterna.
3.- “Nadie las arrebatará de mi mano. Me
las ha dado mi Padre… y nadie puede arrebatarlas de mano del Padre. Estos versículos marcan un ritmo creciente en
la intensidad de la pertenencia Cristo y al Padre: las ovejas, los creyentes,
los discípulos que reciben la vida de Jesús están siempre en sus manos y por
eso gozan de una seguridad perenne, el mismo Padre se los ha confiado. Se trata
de afirmaciones que alientan a la comunidad cristiana que sigue estando
sometida a la prueba por la persecución. Pertenecer a Jesús significa pertenecer a Dios mismo, para siempre.
Y ¿cuales son las relaciones de las
ovejas para con Jesús?
1.- “Escuchan mi voz” no basta oír, es necesario que la palabra
penetre dentro, provoque una decisión. Sólo escucha de verdad quien acepta el
cambio, quien está dispuesto a traducir en los hechos, la palabra que se le ha
dirigido. Una escucha que deje las cosas como están, constituye,
sustancialmente, un rechazo a la Palabra.
2.- “Me conocen” Entran en relación de vida con Cristo, en
intimidad con Él.
3.- “Me siguen” No se trata de seguir sólo un
sentimiento, una idea, una doctrina, se trata de seguir a una persona, el
camino de vida que Él nos ha trazado. De identificarse con Él, de configurarse
con Él.
El domingo del Buen Pastor, partiendo del
pequeño texto del capítulo 10 que leemos en el ciclo C que corresponde a este
año, es una buena oportunidad para clarificar las relaciones de Cristo para con
nosotros y de nosotros para con Él, renovando nuestra opción decidida como
discípulos y seguidores de Jesús.
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