martes, 21 de agosto de 2012

Al encuentro con la Palabra


XX Domingo Ordinario (Jn 6, 51-58)
“Jesucristo entrega su vida para dar vida”

Seguimos leyendo el capítulo sexto de Juan, el discurso del Pan de Vida. En la primera parte del discurso, cuya parte leíamos hace ocho día, Jesús se presentaba como el “verdadero pan de vida” que el Padre no da y la insistencia era creer en Él, fe que es don que viene de Padre.

El domingo pasado terminaba con una frase que se repite al inicio del evangelio de hoy:  “Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo; el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”. Esta frase introduce la segunda parte del discurso que es una parte mas eucarística. El discurso se vuelve más sacrificial y eucarístico con respecto a la sección anterior. Se sigue ahondando en el tema del pan de vida pero con signos mas sacramentales.

No se trata solo de acoger la Palabra reveladora de Jesús que viene del Padre (creer en Él), sino de hacer sitio al misterio de su presencia, captada en su dimensión eucarística. Jesús es pan de vida no sólo en todo lo que hace y dice, sino especialmente en el sacramento de la eucaristía, ámbito de unidad y comunión profunda del creyente con Cristo. Veamos algunos elementos que nos introducen a esta dimensión.

La insistencia ya no pone Jesús en “el que viene a mi” o “cree en mi”, sino más explícitamente en “el que come”, verbo que sale varias veces en los vv 49-58. Además aparece también varias veces el binomio “carne-sangre”,  “símbolo del pan partido y sangre derramada” expresión que simboliza la donación de la vida de Cristo por la salvación del mundo.

Para el evangelista San Juan, la palabra “carne” no debe entenderse como la substancia del organismo humano, sino que indica la condición débil y mortal de la persona humana; por eso es la palabra elegida para afirmar el misterio de la encarnación: “..Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Lo mismo tenemos que decir de la palabra “sangre”, significa también el hombre entero, en su condición natural, terrena.

También significa la vida misma, de la que solo Dios puede disponer. Además cambia un poco el lenguaje, anteriormente en el v32, Jesús era el don dado por el Padre: “ es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo”, ahora Jesús se convierte en donante de su propio don. “El pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”

Por supuesto que la reacción de la muchedumbre ante esta revelación, es semejante, y diría yo, mayor que en la primera parte: “Entonces, los judíos se pusieron a discutir entre sí: ¿cómo puede este darnos a comer su carne? El escándalo y el consiguiente rechazo va creciendo en intensidad.

Pero Jesús no da marcha atrás, vuelve con mayor fuerza a hacer el mismo planteamiento: “yo les aseguro: si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en Ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día y lo mismo repite el los versículos 56 al 58.

Las palabras “el pan que yo les daré es mi carne, para que el mundo tenga vida” que introducen el evangelio de hoy, son la cima de la revelación sobre Jesús- pan, e introducen una nueva idea: el pan se identifica con la humanidad de Jesús, que se sacrificará por la salvación de los hombres en la muerte de cruz.

Por lo tanto, “comer su carne” y “beber su sangre” será no solo entrar en el dinamismo de la fe acogiendo su Palabra y su persona, sino además entrar en el dinamismo de su Pascua, símbolo de una vida que se entrega por la salvación de todos. El cristiano, por lo mismo, no podrá prescindir de la Eucaristía  si realmente la ha descubierto como expresión de la fe y la vive impregnada de esa misma fe, que es conjunto de creencias sino la unión – o comunión – con Jesucristo que se da, que entrega su vida para dar vida.

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