XX Domingo
Ordinario (Jn 6, 51-58)
“Jesucristo
entrega su vida para dar vida”
Seguimos leyendo el capítulo sexto de
Juan, el discurso del Pan de Vida. En la primera parte del discurso, cuya parte
leíamos hace ocho día, Jesús se presentaba como el “verdadero pan de vida” que
el Padre no da y la insistencia era creer en Él, fe que es don que viene de
Padre.
El domingo pasado terminaba con una frase
que se repite al inicio del evangelio de hoy:
“Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo; el que come de este pan
vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el
mundo tenga vida”. Esta frase introduce la segunda parte del discurso que es
una parte mas eucarística. El discurso se vuelve más sacrificial y eucarístico
con respecto a la sección anterior. Se sigue ahondando en el tema del pan de
vida pero con signos mas sacramentales.
No se trata solo de acoger la Palabra
reveladora de Jesús que viene del Padre (creer en Él), sino de hacer sitio al
misterio de su presencia, captada en su dimensión eucarística. Jesús es pan de
vida no sólo en todo lo que hace y dice, sino especialmente en el sacramento de
la eucaristía, ámbito de unidad y comunión profunda del creyente con Cristo.
Veamos algunos elementos que nos introducen a esta dimensión.
La insistencia ya no pone Jesús en “el
que viene a mi” o “cree en mi”, sino más explícitamente en “el que come”, verbo
que sale varias veces en los vv 49-58. Además aparece también varias veces el
binomio “carne-sangre”, “símbolo del pan
partido y sangre derramada” expresión que simboliza la donación de la vida de
Cristo por la salvación del mundo.
Para el evangelista San Juan, la palabra
“carne” no debe entenderse como la substancia del organismo humano, sino que
indica la condición débil y mortal de la persona humana; por eso es la palabra
elegida para afirmar el misterio de la encarnación: “..Y la Palabra se hizo
carne y habitó entre nosotros”. Lo mismo tenemos que decir de la palabra
“sangre”, significa también el hombre entero, en su condición natural, terrena.
También significa la vida misma, de la
que solo Dios puede disponer. Además cambia un poco el lenguaje, anteriormente
en el v32, Jesús era el don dado por el Padre: “ es mi Padre quien les da el
verdadero pan del cielo”, ahora Jesús se convierte en donante de su propio don.
“El pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”
Por supuesto que la reacción de la
muchedumbre ante esta revelación, es semejante, y diría yo, mayor que en la
primera parte: “Entonces, los judíos se pusieron a discutir entre sí: ¿cómo
puede este darnos a comer su carne? El escándalo y el consiguiente rechazo va
creciendo en intensidad.
Pero Jesús no da marcha atrás, vuelve con
mayor fuerza a hacer el mismo planteamiento: “yo les aseguro: si no comen la
carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en
Ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo
resucitaré el último día y lo mismo repite el los versículos 56 al 58.
Las palabras “el pan que yo les daré es
mi carne, para que el mundo tenga vida” que introducen el evangelio de hoy, son
la cima de la revelación sobre Jesús- pan, e introducen una nueva idea: el pan
se identifica con la humanidad de Jesús, que se sacrificará por la salvación de
los hombres en la muerte de cruz.
Por lo tanto, “comer su carne” y “beber
su sangre” será no solo entrar en el dinamismo de la fe acogiendo su Palabra y
su persona, sino además entrar en el dinamismo de su Pascua, símbolo de una
vida que se entrega por la salvación de todos. El cristiano, por lo mismo, no
podrá prescindir de la Eucaristía si realmente la ha descubierto como expresión
de la fe y la vive impregnada de esa misma fe, que es conjunto de creencias
sino la unión – o comunión – con Jesucristo que se da, que entrega su vida para
dar vida.
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