martes, 14 de agosto de 2012

Al encuentro con la Palabra


XIX Domingo Ordinario (Jn 6, 41-51)
“… y el pan que Yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”

Continuamos leyendo el capítulo 6 del Evangelio de San Juan, el discurso del “Pan de Vida”. El Evangelio del domingo pasado terminaba con la frase: “Yo soy el Pan de Vida; el que viene a mi no tendrá hambre, y el que cree en mi nunca tendrá sed” (Jn 6, 35), que introduce la primera parte, des discurso.
Viene después unos versículos (36-40) que son muy provocadores e interpeladores, en los que Jesús habla de su origen divino: Él es el pan de vida bajado del cielo, el que viene a Él no pasará hambre y el que cree en Él nunca pasará sed; y termina con esta palabras: “Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en Él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”  (v40)
La liturgia suprima estos versículos y empieza este domingo con las reacciones que provocan estos revelaciones. Estamos en la primera parte del discurso en el la idea central es Jesús es el verdadero pan de vida bajado del cielo, único pan capaz de dar una vida que se prolonga hasta la vida eterna. Pero, comer este pan es creer en Él. Él es la Palabra que deben creer para gustar la vida eterna. Pero las revelaciones de Jesús sobre su origen divino, provocan escándalos, disentimiento y protestas entre la muchedumbre, que se vuelve hostil y murmura contra el Maestro. “¿No es este, Jesús, el hijo de José?, ¿acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo? (v42) es demasiado duro superar el obstáculo del origen humano de Jesús. El conocimiento humano de Cristo se convierte en un obstáculo para entrar en la dimensión de la fe. Pretenden conocer el origen de Jesús, lo tienen encasillado en sus esquemas a los que ellos no quieren renunciar. 
Jesús con su respuesta, intenta evitar una discusión inútil con los que le escuchan y quiere ayudarlos a reflexionar sobre la dureza de su corazón. A continuación, enuncia las condiciones necesarias para creer en Él.
La primera es la de ser atraído por el Padre. “Nadie puede venir a mi si no lo atrae el Padre, que me ha enviado” (v44). La fe es un don de Dios, tiene su origen en el Padre, como el “enviado”. La atracción del Padre es un don hecho al hombre que empuja hacia Jesús al que lo recibe. La fe es acoger la persona de Jesús, no las creencia que nosotros mismos nos podamos construir. La segunda condición es la escucha del Padre que se manifiesta en el Hijo (v45). Estamos ante la enseñanza interior  del Padre y ante la enseñanza de la Palabra y la vida de Jesús. Para ser enseñados por el profeta de Nazaret es preciso ser instruidos por Dios. Escuchar a Jesús significa ser instruidos por el mismo Padre. Con la venida de Jesús, la salvación está abierta a todos, pero la condición esencial que se requiere es la de dejarse por el escuchando con docilidad su Palabra de vida.
En este punto del discurso, el texto presenta una nueva revelación, una revelación que ilumina el misterio: quien come a Jesús- pan no muere. “Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre” (vv 47-50)
Es preciso comer el pan vivo bajado del cielo para sobrevivir y entrar en comunión íntima con Jesús. la revelación divina consiste en el pan que contiene la eficacia de comunicar vida mas allá de la muerte. Es Jesús – pan de vida el que da la inmortalidad a quien se alimenta de Él, a quien interioriza su Palabra en la fe y asimila su vida.
La escucha interior de Jesús es alimentarse del pan celeste y saciar las hambres que todo hombre tiene en lo profundo del corazón. Y el Evangelio de hoy termina con una frase que forma parte e introduce la segunda parte del discurso “y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida” (v51), que es profundamente eucarística y que reflexionaremos el próximo domingo.

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