XVI Domingo Ordinario
(Mc 6, 30-34)
“Y se compadeció de ellos, porque
estaban como ovejas sin pastor…”
El evangelio de hoy
conecta con el evangelio del domingo pasado. Después de haber enviado a los
discípulos en misión, Jesús los acoge a su regreso y los invita a una pausa de
reflexión y repos en un lugar solitario, para que puedan fortalecerse y retomar
energías físicas y espirituales. Se trata también de recoger la experiencia
vivida; de seguro hay muchas cosas por comentar y compartir de parte de los
discípulos, y otras por reflexionar y aprender de parte de Jesús con sus
discípulos. Les invita, en suma, a unas “vacaciones” programadas, entendidas
como suspensión de actividades habituales. Una experiencia de desierto que sea
un momento de búsqueda de silencio que se convierta en reflexión, oración e
intimidad.
Pero el proyecto
original, parece que habrá que posponerse. La muchedumbre que sigue a Jesús,
hambrienta de su palabra, no toma en cuenta las dificultades prácticas que
pueden surgir, y por eso, se pone a buscar a Jesús siguiendo sus huellas, sin
dejarse atraer o distraer por otra cosa: “La genta los vio irse y los reconoció
; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se
les adelantaron” (v 33). La muchedumbre se presentó a la mirada de Jesús como
un rebaño perdido y disperso por carecer de pastor y “sintió compasión de
ellos” (v 34) (en el sentido literal: se le revolvieron las entrañas). Su
conmoción es más que una instintiva reacción emotiva: el verbo griego expresa
un profundo afecto de rasgos maternales. Jesús no permanece indiferente ante
estos hombres y mujeres explotados por las políticas, despreciados por los
intelectuales y abandonados por los sacerdotes. Sale a su encuentro y les hace
escuchar una palabra que les conforta y un corazón que les ama. En realidad, el
texto desarrolla más el símbolo del pastor solícito anunciado en la primera
lectura de esta domingo tomada del libro del profeta Jeremías (23, 1-4)
Jesús, que ha venido
para una misión universal, no se muestra contrariado por el imprevisto cambio
de programa y dirige su solicitud a un grupo mas amplio que el de los
discípulos. Jesús satisface en seguida el deseo de la muchedumbre que desea
escucharle: “y se puso a enseñarles muchas cosas”
¿Qué hay en el fondo
del evangelio de hoy? Hace ocho días comentábamos que la misión nos compete a
todos. La Iglesia es una comunidad de “llamados” a seguir a Cristo, ser sus
discípulos, y de “enviados” es decir, continuar su misión, recibida del
Padre. Hay varias cosas que el grupo de los doce, y ahora nosotros
tendremos que aprender y tomar en cuenta.
Primera. Los
Apóstoles, a la vuelta de la primera misión, refieren a Jesús lo que han
vivido. El enviado tiene que responder ante quien le ha enviado. No basta
partir, reivindicar el origen divino de la propia autoridad, del encargo, hay
que dar cuentas. Los doce refieren lo que han hecho, lo que han enseñado. Es
decir, el referente de la misión será siempre Jesucristo, el que envía. También
nosotros debemos estar dispuestos a contar a Jesús lo que hemos hecho, lo que
hemos enseñado, lo que hemos vivido. Cristo desea cerciorarse de lo que hemos
producido con nuestro trabajo, no por un afán fiscalizador, sino por una
necesidad nuestra de relación y de confrontación con Él, pues Él será siempre
nuestro referente porque Él es el que envía. Él será siempre nuestro modelo con
el que constatemos la fidelidad de nuestro trabajo en la misión.
Segunda. Todo comienza
por la compasión; el apóstol de Jesucristo tendrá que aprender, como el Apóstol
Pablo, a revestirse de las entrañas de misericordia de Cristo. Dejarse tocar
por las necesidades de los demás. En el evangelio de hoy, aparece la compasión
del Maestro: por los discípulos y por la multitud privada de pastor. La compasión
constituye el punto de partida de todo. Con la compasión sufro el cansancio del
otro, la molestia del otro y las necesidades ajenas. La postura de Jesús
revela, ante todo, su humanidad, su ternura, su sensibilidad, su delicadeza. Cristo
pide todo a sus amigos, les impone una acción difícil y un camino áspero. No les
ahorra fatigas, incomodidades, dificultades, y tampoco persecuciones. Pero Él
mismo, camina siempre delante.
Tercera. Poner a
Cristo siempre en el centro de la misión.
Es necesario consolidar la relación con Él para profundizar el sentido y
garantizar la eficacia de la misión. El estar con Él es la manera más segura
para no defraudar las esperanzas de la gente. Tenemos necesidad de retirarnos
aparte con Cristo, sobre todo, cuando nos consideramos indispensables y nos
acecha la tentación del protagonismo y de apropiarnos de algo que no nos
pertenece: la eficacia de la misión.
Aparentemente el
proyecto original de Jesús, cambió; pero los Apóstoles igualmente, tuvieron que
aprender muchas cosas.
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