XV Domingo
Ordinario (Mc 6, 1-6)
¿Quién
eres Tú Señor?
Jesús ha dejado desde hace ya algún
tiempo la pequeña aldea donde había crecido y en la que había vivido durante
unos treinta años, dando comienzo a una predicación extraordinaria. Se ha
establecido en Cafarnaúm, donde predica y realiza milagros y desde donde sale
al resto de la Galilea a predicar y realizar los signos de la presencia del
Reino. Su fama se va extendiendo cada vez más por toda la región. Ahora decide
volver a Nazaret, el pueblo donde había crecido. Como buen Judío, el sábado se
dirige a la sinagoga, Marcos es lacónico al describir lo que sucedió ahí; de
seguro le invitaron a leer y explicar el texto correspondiente a ese día.
Su explicación sorprende a muchos, pero
pronto se hacen una serie de preguntas, algunas de ellas quedan sin respuesta y
otras tienen una respuesta obvia. Y del asombro pasan al desconcierto y
finalmente al rechazo. ¿Qué hay en el fondo del evangelio de hoy?. El problema que hay en todo camino de fe.
La presunción de conocer a Jesús les bloquea para salir de sus esquemas. ¿No es
este el carpintero, el hijo de María? ¿No viven aquí sus parientes? ¿No es éste
el niño que correteaba con los demás niños por las calles del pueblo? ¿No es
este el adolescente y el joven que se juntaba con los demás jóvenes en la plaza
del pueblo? ¿De donde sacó este la sabiduría si nunca fue a las escuelas de
Jerusalén con los grandes maestros? En definitiva, ¿No es este “un hijo de
vecino” cualquiera, como cualquiera de nosotros?
Creen conocer a Jesús y esto lo bloquea a
cualquier otro conocimiento de Jesús. son incapaces de integrarse a fondo, de
indagar mejor la identidad de su ilustre paisano. Con semejante actitud de
cerrazón no están dispuestos a acoger, los gérmenes de la novedad que Jesús les
propone y que contrastan con la experiencia que ellos tienen. Fueron incapaces
de dar el salto de la simple experiencia humana que ellos tenían de Jesús al
plano de la fe.
El amargo comentario de Jesús cita un
proverbio muy conocido en su tiempo; “Todos
honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa” sucede con frecuencia que
precisamente los que están mas cerca, se muestran refractarios a cambiar de
opinión, prisioneros de su pasado o de sus conocimientos. Por la falta de fe en
su persona, los habitantes de Nazaret no disponen del requisito necesario para
dejar espacio al milagro. Dice el evangelista: “Y no pudo hacer allí ningún
milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado
de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar a los pueblos
vecinos”
Un comienzo prometedor termina en una
doble decepción: decepción por parte de los habitantes de Nazaret que del
asombro pasan al escándalo y al rechazo y decepción por parte de Jesús, que
constata la dureza de su corazón. No basta el asombro del inicio, ni tampoco la
escucha de novedades agradables, es necesario pasar del mensaje al mensajero,
de la acción al que la realiza. No se puede dar por descontado nuestro
conocimiento de la persona de Jesús, ni presumir que ya lo conocemos todo
acerca de Él. Proceder así es cerrarnos a la novedad de su mensaje y de su
persona que rompe nuestros esquemas, supera nuestras expectativas, y nos abre
caminos nuevos insospechados para nosotros. Sigue siendo cierto aquello de que el
evangelio, antes de ser un texto escrito y que ya conocemos, es una Persona, es
el mismo Jesús, al que hemos de acoger en todo momento de nuestra vida. Jesús
no llega nunca a nosotros del mismo modo y se reserva siempre la posibilidad de
sorpresas agradables e inesperadas. Dicho con otras palabras, es necesario que
nos pongamos siempre en una actitud de escucha, de una receptividad disponible
al Espíritu que crea y recrea.
Pero esto sólo lo podrá vivir quién esté
dispuesto a salir de sus esquemas y certezas para abrirse a la novedad de Dios.
¿Quién eres Tú Señor?. La pregunta atraviesa los siglos y llega hoy,
en este momento a mi. Y no puedo quedarme en respuestas del catecismo
adquiridas en el pasado, ni en expectativas que me impiden abrirme a los nuevo.
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