XV DOMINGO
ORDINARIO (Mc 6, 7-13)
“….Y
llamó a los que Él quiso”
Tras la resistencia que había encontrado
en Nazaret a causa de la incredulidad de sus habitantes, prosigue Jesús en su
actividad de anunciador del Reino de Dios; más aún la prologa asociando también
a los doce en esta misión. El Evangelista ya había señalado en 3, 13ss que
llamó a los que Él quiso “ para que estuvieran con Él (discipulado) y para
enviarlos a predicar el evangelio dándoles poder de arrojar a los demonios” (apostolado).
El evangelio de hoy subraya el segundo
aspecto de la vida del discípulo: el de apóstol o misionero. Es Jesús quien
toma la iniciativa y quien dicta las condiciones en que debe desarrollarse la
misión. Hace participes a los enviados de su mismo poder para que prosigan su
obra. Esta consiste, esencialmente, en anunciar el alegre mensaje del Reino (el
Reino de Dios está presente y es urgente convertirse), en luchar contra el
maligno, en realizar curaciones como signos
probatorios de la Palabra proclamada y como primicias del mismo Reino.
Jesús envía a los doce en misión,
dándoles unas reglas precisas de comportamiento. El estilo del anuncio consiste
en reproducir las características de Jesús, que predicaba (palabras) y
realizaba milagros (acciones). Así pues,
la de los doce es una experiencia de aprendizaje, una experiencia previa a la
misión definitiva que vendrá después de la resurrección. Algo que prolonga y
actualiza la misión de Jesús.
Los envía “de dos en dos” (v7). Hay dos
motivos que justifican este gesto. El primero es de naturaleza jurídica: en la
cultura judía un testimonio solo tenía valor cuando lo referían al menos dos
personas. Un segundo motivo es que la misión es una realidad comunitaria,
aunque lo lleven a cabo pocas personas, se es enviado por una comunidad y se
actúa en nombre de ella. Las apropiaciones personalistas o individualistas
están fuera de lugar.
“Les mandó que no llevaran nada para el
camino, ni un pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón,
sandalias y una sola túnica” (v 8). Jesús los envía con la riqueza de su poder,
pues les confiere autoridad para vencer sobre el mal. Esta es su única
provisión, todo lo demás se convierte en un accesorio embarazoso. Es preciso
ser ágiles de cuerpo y libres de corazón: es la libertad respecto de las cosas
para ser enteramente del Señor. Además de que este versículo es todo un canto a
la Providencia, que se presupone una confianza a toda prueba en Jesús, hay aquí
todo un simbolismo: la misión no puede apoyarse en el dinero ni en cualquier
otro tipo de poder humano.
Solo tienen que llevar “un bastón,
sandalias y una sola túnica”. Es decir,
la misión, exige estar siempre en camino. La gran tentación en la misión es
“instalarse”. La instalación es la antítesis
de la misión.
La norma de permanecer en la misma casa educa
a los discípulos para emplear bien el tiempo, evitando la búsqueda de
comodidades o de ventajas personales. En la medida que eviten ser vagabundos y
superficiales, podrán invertir todas sus energías y toda su atención en la
tarea que se les ha asignado.
Pero el envío toma también en
consideración la posibilidad de que alguien no esté interesado en el anuncio y
la acción de los discípulos, incluso en mismo rechazo como ya Jesús lo había experimentado.
Los doce han estado con Jesús desde hace
algún tiempo. Con Él han aprendido a plantear la vida de una manera diferente,
y han sido introducidos en los misterios del Reino. Es tiempo de dar un paso
adelante en su madurez. Esta se
manifiesta, entre otras cosas, en la capacidad de comunicar a los otros la
riqueza de su propia experiencia de Jesús y del Reino . Jesús favorece ese paso
enviando a los suyos en misión.
La misión supone crear un puente entre Jesús y las
personas. Todo cristiano, además de discípulo es misionero y está
llamando a transmitir su experiencia de Jesús, a fin de favorecer un encuentro
directo entre la persona y el mismo Jesús. La misión nos concierne, por tanto,
a todos. El Señor nos llama y nos envía.
Los apóstoles no se predicaban a sí
mismos, como tampoco el cristiano anuncia una filosofía suya. Son testigos de Cristo enviados con su poder, pero sin olvidar las
condiciones en que deben realizar la misión.
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