miércoles, 22 de febrero de 2012

Al encuentro con la Palabra


MIÉRCOLES DE CENIZA  (Mt 6, 1-6, 6-18)

El sentido de la Cuaresma en el corazón del hombre actual

Con el Miércoles de Ceniza iniciamos el tiempo de Cuaresma tiempo de preparación para la fiesta que es el centro de nuestra fe cristiana: La Pascua de Jesucristo, misterio de su pasión, muerte y resurrección. Pero ¿qué significa para el hombre actual esta preparación?
Vivimos en un tiempo de grandes cambios, de continuos puestos al día: de personas, instituciones, maneras de pensar, maneras de actuar: cambios tecnológicos que van creando una cultura totalmente nueva. En esta euforia de cambio impuesta por el mundo que nos toca vivir, necesitamos un cambio de mayor consistencia que muchos de los cambios efímeros que vivimos; nos referimos al cambio de nosotros mismos, a nuestro modo de sentir, pensar, actuar.
Hoy todo se sucede con rapidez. Parece que todo pasa de modo caótico, sin que tengamos la posibilidad de darnos cuenta de lo que sucede. Creemos que debemos aclarar, poner orden en nuestra vida. Sentimos la necesidad de un tiempo para “respirar”
En estos momento en que se exalta la libertad, resulta que no vemos atrapados por formas sutiles de esclavitudes; algunos echan mano de “liberaciones” que resultan evasiones momentáneas, huidas, adormecimientos. Toda esta “renovación” continua no parece que ayude a superar una sensación de vacío que se va acrecentando inexorablemente.
Las relaciones tanto a nivel personal como social, se han hecho complicados, conflictivas, falsas, violentas, creando profundas dificultades. Necesitamos un “reposo” profundo que brote de un “silencio” vivificante.
Para el cristiano, la cuaresma es un tiempo de verdadero cambio y renovación, tiempo para volver a respirar a pleno pulmón, tiempo para poner en orden tantas confusiones, para entablar relaciones auténticas, empezando con nuestra relación con Dios, para restablecer diálogos rotos, y todo esto para llegar al núcleo de nuestra salvación, al centro de nuestra fe cristiana: La Pascua del Señor, y esto no se lleva a cabo con un mero querer de voluntad, ni es fruto de una inteligencia despierta; nace de esa decisión que nos pone a la escucha de Dios, de dejarse cambiar por Él, de abandonar nuestros caminos para caminar por los suyos, de entrar en la dinámica de una profunda conversión.
Por eso la cuaresma inicia con un gesto que pretende ser un signo de nuestra decisión de conversión: la ceniza que ponemos sobre nuestra cabeza al mismo tiempo que decimos, “me arrepiento y creo en el Evangelio”.
El cristiano reconoce el camino cuaresmal dejándose guiar continuamente por la Palabra de Dios, haciendo suyas las prácticas características: ayuno, limosna, oración, pero que deben reinterpretarse en el más genuino sentido evangélico, tal como aparece en el Evangelio de Mateo que se lee este día-

El ayuno tiene ciertamente una dimensión física; además de abstinencia de alimentos, puede comprender otras formas de privaciones . Pero todo esto no abarca toda la realidad del ayuno. Es sólo un signo externo de una realidad interior. El ayuno ritual de cuaresma:
- Es signo de vivir de la Palabra de Dios. En realidad no ayuna quién no sabe nutrirse de la Palabra de Dios.
- Es signo de nuestra voluntad de expiación: “no ayunamos por la pascua, ni por la cruz, sino por nuestros pecados, porque estamos preparándonos a los misterios”  (San Juan Crisóstomo)
- Es signo de nuestra abstinencia de pecado: “El ayuno verdaderamente grande, el que compromete a todos los hombres, es la abstinencia de la iniquidad y de placeres ilícitos del mundo; este es el ayuno perfecto” (San Agustín).

La limosna es fruto del ayuno y de las privaciones que conlleva; es la expresión de la caridad que se debe dar en todo proceso de conversión auténtica. Hoy se asocia la limosna cristiana con el compromiso por la justicia y la solidaridad por un nuevo orden social.

La oración brota de ese ayuno que nos hace vivir de la Palabra de Dios. La oración auténtica brota de la escucha asidua de la Palabra de Dios, sobre todo cuando se hace en comunidad.

Ojalá que la ceniza que ponemos sobre nuestra cabeza sea el signo de nuestra decisión de entrar en un camino de conversión que nos lleve a una pascua verdadera.

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