domingo, 20 de noviembre de 2011

Al encuentro con la Palabra

CRISTO REY DEL UNIVERSO
 XXXIV Domingo Ordinario (Mt 25, 1-13).
¡Cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos,
conmigo lo hicieron!

Este evangelio cierra el discurso escatológico de Jesús que Mateo pone inmediatamente antes de la Pasión (capítulos 26-27). Es necesario tener en cuenta que lo que dice sobre la derecha e izquierda se refiere a la felicidad o la desgracia respectivamente.
El juicio final es universal (v. 32): afecta a “todas las naciones”. De hecho no se juzga nada. Lo que ocurre es que la luz de Dios pone de manifiesto hacia dónde cada uno ha llevado su vida. No es un Dios que castigue a unos y premie a otros, sino que trabaja siempre para que todo el mundo pueda vivir con Él para siempre (cfr. Jn 3, 16; 5,17).
Pero lo más significativo de esta parábola no es este “juicio” que no es “juicio”, sino la preocupación por los pobres, por los que son marginados, por los explotados… Es la opción fundamental de Dios, la opción que le caracteriza. La opción que hizo ya desde la creación del mundo” (V. 34). Y Jesús muestra esta opción de Dios identificándose con todos ellos; la cercanía o indiferencia, con estos más pequeños es cercanía o indiferencia con Jesús. Esta es una afirmación teológica muy importante: el resultado de la vida de cada uno depende de la actitud que haya adoptado en relación con ellos.
La intención es provocar ahora, cuando todavía estamos en el camino, una reacción decidida, provocar ahora un cambio en la vida de los oyentes de Jesús y de su Evangelio. Un cambio para huir de la mediocridad y para hacer una opción clara por seguir a Jesús.
A primera vista, pudiéramos pensar que el evangelio de este domingo, nos “demanda” lo que no hemos hecho para con Jesús en los más pequeños. Sin embargo, recordando que el evangelio es “buena noticia”, no quiere señalar nuestras “faltas”, sino “todas las posibilidadesque en la vida tenemos para desembocar el amor a ejemplo de Jesucristo, en los pequeños de este mundo.
Señor, a lo largo de estos tres domingos, hemos crecido en la consciencia de mantener una actitud vigilante (Mt 25, 1-13), que animada por la esperanza, nos conceda la atención de reconocerte cuando a nosotros llegues. Sabemos que la riqueza que has depositado en nuestro corazón sigue fecundando nuestras vidas (Mt 25, 14-30). Ayúdanos hoy, a descubrir todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance para hacer el bien y construir tu reino, principalmente para con quienes son los más vulnerables de nuestra sociedad. “Señor, en tus manos está nuestra esperanza; en las nuestras, ¡tus esperanzas, Señor!

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