domingo, 27 de marzo de 2011

Al encuentro con la Palabra


Domingo de Ramos (Mt 26,14-27,66).
Jesús, rey que muere para dar vida.

Durante los cinco domingos de cuaresma se nos ha revelado el Misterio de nuestra fe, contemplando a Jesús tentado en el desierto, transfigurado en el monte Tabor, fuente de agua viva en tierra de samaritanos, luz del mundo en Jerusalén y vida eterna en Betania. Hoy inauguramos la Semana Santa contemplándolo y proclamándolo rey, bajo un reinado distinto a la manera de reinar quienes tienen el poder en este mundo. Para comprender el misterio del Reino de Jesús, hoy la Iglesia nos propone la lectura de la pasión, con el fin de que durante esta semana la mantengamos en la memoria, reconstruyamos la escenografía de cada lugar, y desde los gestos y actitudes que se retratan de cada personaje, discernamos la madurez en la aventura de la fe.
Quienes se oponen al proyecto de Jesús, se valen del dinero para seducir el corazón de Judas hasta el grado de orillarlo realizar lo que él en el fondo no quería hacer; el poder político lo adulteran para declarar culpable a quien saben que es inocente; se valen de su liderazgo corrupto  para manipular a las masas que enardecidas gritan ¡crucifícalo! ¡crucifícalo!; la cobardía les lleva a lavarse las manos evitando tomar partido por lo que en conciencia sabían que era un proceso injusto.  
Los discípulos se muestran incapaces de mantenerse en vela para ser solidarios con Jesús en su oración agónica ante la inminencia de la muerte; Judas lo traiciona recurriendo a un gesto que en la cultura judía era la mayor expresión de comunión entre los amigos, el beso de las paz; Pedro sobresale por su ingenuidad e imprudencia, queriendo defender a Jesús hasta dar la vida por Él, cuando rebasado por el temor, de sus labios va a salir la más grande negación sobre la persona de Jesús: “Yo a ese hombre no lo conozco”; el Evangelio resalta el valor de la fe de las mujeres, quienes salen al encuentro de Jesús para expresar con su llanto la indignación por su martirio; al final precisamente dos mujeres valientes y generosas permanecen sentadas junto al sepulcro en espera de la resurrección.
Indudablemente que el centro del Evangelio de la pasión es Jesús; el cual se revela plenamente humano experimentado un temor angustioso al sentirse lejos del Padre y abandonado por sus amigos; al ser llevado a los tribunales en silencio va a gritar la injusticia de su proceso; la fidelidad al Padre le lleva a ser dócil al proyecto de salvación; en la cruz justifica y perdona a sus enemigos, se abandona a la voluntad del Padre, y muere para que en Él nosotros tengamos Vida.
Señor Jesús, rey crucificado, con tu muerte nos revelas el poder de la cruz, como experiencia de vida en bien de la humanidad necesitada de redención. Inspira en nosotros un corazón dócil para subir contigo al calvario y dejarnos crucificar en el amor.    

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