domingo, 20 de octubre de 2013

Al encuentro con la Palabra


Domingo Mundial de las Misiones (Mc. 16, 15-20)
“Vaya por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia del Reino a toda creatura”

Hoy celebramos el Domingo Mundial de las Misiones. Hay un doble objetivo que se pretende alcanzar en este día: primero, impulsar la conciencia misionera de toda la Iglesia; segundo, promover la solidaridad, a través de la oración y nuestro apoyo económico, con el trabajo misionero en los países que llamamos de misión. La celebración de hoy es una ocasión muy apta para meditar en la naturaleza de la Iglesia y en el sentido de la misión que ha recibido de su Señor. El Evangelio que leemos en el ciclo C es el final del Evangelio de Marcos.

Hay una convicción misionera elemental que tuvieron los primeros cristianos: había que ir “por todo el mundo” porque debían proclamar la Buena Noticia a toda la creación, a todos sin excepción. El deseo de ir a todas partes respondía al convencimiento de que realmente la Buena Nueva del Reino, había llegado con Jesús debería estar al alcance de todas las personas y era además, el encargo final recibido del Señor. el envío está enmarcado en el hecho de la resurrección y de la ascensión para acentuar el hacho de que Jesús ha cumplido con fidelidad su misión y enfatizar la corresponsabilidad de los discípulos. Jesús ya no estará más visiblemente en medio de ellos para decirles en cada momento lo que deben hacer; ahora ellos deberán,  a partir de los principios y valores que Él ha vivido y guiados por el Espíritu Santo, responder a las nuevas circunstancias. Es decir, el evangelio quiere presentar a los enviados por Jesús como continuadores de la misión que Él ha recibido de su Padre; los presenta como auténticos corresponsables.

La ascensión, además de enfatizar la corresponsabilidad de los discípulos, sirve para presentar a Jesucristo como el testigo por excelencia, por eso dice que “subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios”.

Con al ascensión, Marcos no desea remarcar la partida del Señor, sin os fidelidad en el cumplimiento de la voluntad del Padre, esta fidelidad llega a tal extremo que seguirá colaborando con ellos: “Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían”, cuidará de ellos para que puedan cumplir adecuadamente su tarea. Aquel que había pasado del tiempo a la eternidad, de lo visible a no invisible, de los seres humanos a Dios, los acompaña ahora, de diferente manera, pero con la misma eficacia e intensidad que cuando estaba con ellos físicamente.

Sin duda, estas palabras que cierran el Evangelio de Marcos y que expresan con gran fuerza la misión de la Iglesia, eran escuchadas con entusiasmo cuando los cristianos estaban en plena expansión y sus comunidades se multiplicaban por todo el Imperio romano, pero ¿Cómo escucharlos hoy cuando nos vemos impotentes para hacernos escuchar en este mundo moderno que ha perdido el sentido de Dios, del hombre y del mundo? ¿Cómo escucharlos hoy al interior de nuestras comunidades donde la fe languidece y se perdido la identidad y el entusiasmo misionero?
Lo primero es vivir desde la confianza absoluta en la acción de Dios. La Misión es de Él. Jesús nos ha enseñado que Dios sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijos, aunque nosotros los consideramos “ovejas perdidas”. El sigue actuando en la Iglesia y fuera  de la Iglesia. Nadie vive abandonado por Dios. Pero todo esto no nos dispensa de nuestra responsabilidad.

Tenemos que recuperar nuestra conciencia misionera.  Además, hemos de empezar a hacernos nuevas preguntas ¿Por qué caminos andan buscando Dios a los hombres y mujeres  de la cultura moderna¿ ¿Cómo hacer presente al hombre y a la mujer de nuestros días la Buena Noticia de Jesús?  ¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar, celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios en la cultura moderna?

Preguntas inquietantes que tenemos que responder con sinceridad si queremos ser fieles a la misión recibida del Señor.

El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo en cada época de la historia.

 

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