domingo, 15 de septiembre de 2013

Al encuentro con la Palabra


Domingo XXIII (Lc. 14, 25-33)
“El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”

El contexto del Evangelio de hoy nos lo da el v25 con que se inicia la lectura de este domingo: “Caminaba con Jesús una gran muchedumbre" Jesús iba camino a Jerusalén, lo acompañaban sus discípulos y además una gran muchedumbre. Hace dos domingos, ante una pregunta que le hacía una persona “Señor son pocos los que se salvan”, Jesús respondió: “Esfuércense por entrar por la puerta estrecha.

Hace ocho días Jesús invitaba a sus discípulos a entrar con el camino de la humildad y del amor gratuito. Hoy Jesús (el amor de mi vida) nos pone con claridad frente a las exigencias del auténtico seguimiento.

Jesús exige a quien quiera hacerse discípulo suyo una adhesión personal que supere el amor a sus propia vida. “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún a si mismo no puede ser mi discípulo” ¿De qué se trata?

Acostumbrados a hacer pasar como indispensables muchas cosas no necesarias y a ahogarse en el mar de los sentimientos y de los negocios hoy nos sentimos interpelados por esta página dura, exigente para que descubramos si somos o no discípulos de Cristo. No se trata de negar los afectos más queridos, pero sí de situarlos, o tal vez la palabra más correcta sea de resituarlos” en su verdadero lugar: debajo del amor a Cristo, no se admiten cláusulas, en el seguimiento no se admiten reservas que podrían agotar las fuerzas y desviar la atención. Hay que entregarse totalmente. Éste radicalismo no se cualifica por la cantidad de la renuncia, sino por la totalidad de la adhesión.

Y el Señor añade después: “y el que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”. ¿Qué significa cargar su cruz e ir tras Él? No se trata de buscar pequeñas mortificaciones, privándonos de satisfacciones para llegar por el sufrimiento a una comunión más profunda con Cristo. Sin duda es grande el valor de una ascesis cristiana, y más en una sociedad como la nuestra. Llevar la cruz de Cristo es aceptar las consecuencias de llevar una vida conforme a los valores del Evangelio y a las exigencias del Reino de Dios. Esto nos traerá necesariamente incomprensión y rechazo. La cruz de Jesús, fue consecuencia de su fidelidad al proyecto de salvación del Padre y de su amor liberador a los hombres. Vienen después dos pequeñas parábolas: la de quien quiere construir una torre , y la del rey que va a combatir a otro rey, pero que tienen una misma enseñanza: el que emprende un proyecto importante  de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que pretende, como el riesgo de terminar fracasando. Su advertencia cobra gran actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama antes que nada a la reflexión madura: “se sientan” a reflexionar.


Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de Jesús que no saben lo que quieren, ni a donde pretenden llegar, no con que medios han de trabajar. Jesús nos llama a seguirlo con realismo y con lucidez. Sería una temeridad en estos momentos a actuar de manera inconsciente e irresponsable. Nos expondríamos al fracaso, la frustración e incluso el ridículo.

Es un error pues, pretender ser discípulos de Jesús sin detenernos a reflexionar sobre las exigencias concretas que encierra seguir sus pasos y sobre las fuerzas con que hemos de contar para ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes sino en personas lúcidas y responsables.

Vuelvo al versículo con que inicia el Evangelios de hoy. “Caminaba con Jesús, una gran muchedumbre” y van también sus discípulos. Podemos seguir as Jesús como 2muchedumbre” o como discípulos”. Lo primero significa seguirlo “en bola” sin ninguna conciencia de a donde se va y de las exigencias del seguimiento. Lo segundo significa seguirlo desde una opción personal, que conlleva una relación personal, la aceptación libre, consciente y lúcida de las exigencias del seguimiento. Sin esto no puede  haber un seguimiento auténtico.

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