Domingo
de Resurrección (Jn 20,1-10)
“Estando todavía oscuro, fue María Magdalena
al sepulcro”
Los
cuatro evangelios presentan a las mujeres que van al sepulcro vacío el primer
día de la semana, pero sólo en Juan
sucede que María Magdalena visita el sepulcro dos veces. La que presenta
este texto, cumple principalmente la función de preparar el escenario para el relato de Simón Pedro y el Discípulo
Amado.
Los discípulos viven, antes de
encontrar al Señor resucitado, el sufrimiento de la experiencia de ver la tumba
vacía: constatan la ausencia del cuerpo
de Jesús. Los relatos de la resurrección se abren con dos precisiones
cronológicas: “El domingo” y “por la mañana, muy temprano, antes de salir
el sol” (v. 8). La expresión sugiere
comienzo, nueva creación. El día inicial de una nueva semana, el domingo,
verdadero día del Señor en que la fe amante, no iluminada todavía por la luz
del Resucitado, camina en la oscuridad y va más allá de la muerte.
Pedro y Juan van al sepulcro para ver si es
verdad la noticia que les ha traído María Magdalena (v. 2). Ambos, salen
corriendo (vv. 3-4). Ella explicaba el sepulcro vacío por un robo (v. 2). Pedro y Juan observan un dato importante,
que no favorece la interpretación de María Magdalena: los ladrones no se han
llevado las mortajas. El sudario está
separado de los otros lienzos (v. 7). Juan
cree en la resurrección (v. 8). Son
los ojos de la fe y la luz de la Palabra de Dios (v. 9) los que permiten ver la resurrección de
Jesús en el sepulcro vacío.
Jesús
no siempre está en donde creemos que está, ni donde nos gustaría que esté, sino
en donde Él se pone. No saber “dónde lo
han puesto”, no es razón suficiente para desesperanzarnos, sino para seguir
buscándolo. El sepulcro vacío, nos lanza a buscarlo siempre.
Señor
Jesús, conscientes de que somos tus
discípulos, aún con todas las herramientas que hoy tenemos a la mano, nos
sucede lo mismo que a los discípulos que, “hasta
entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía
resucitar de entre los muertos” (v. 9). Ayúdanos a ser testigos de tu resurrección, testigos de tu vivir en
nuestro existir. Deseamos llevar a otros esta buena y gran noticia, a fin de
que vivan en la esperanza.
Creemos
Señor Jesús, que nos amas sin límites y que te has comprometido con la
humanidad hasta la muerte. Creemos, que estás con nosotros, alentándonos en
nuestro empeño por encontrarte y amarte. Creemos que existen personas que, como
María Magdalena, testimonian todavía hoy el atractivo de Cristo. Es en ella que
descubrimos que:
El amor madruga más que el sol.
El amor es luz en la oscuridad.
El amor hace testigos de lo invisible, de
lo “increíble”.
El amor no mide, derrocha.
El amor tiene bastante con amar.
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