domingo, 11 de marzo de 2012

Al encuentro con la Palabra


III Domingo de Cuaresma (Jn 2, 13-25)
“No conviertan en un mercado la casa de mi Padre”

El episodio de la purificación del templo los tres sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas, lo ponen al final del ministerio de Jesús, después de su largo viaje a Jerusalén, en los días anteriores al drama de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo; es uno de los elementos que van a desencadenar la muerte del Señor.
En el Evangelio de San Juan, este episodio reviste una importancia singular: el evangelista lo pone al inicio de su ministerio, abre la predicación de Jesús, además acontece cerca de la fiesta de Pascua judía. La Pascua de los judíos debía celebrarse en el templo, con el sacrificio de víctimas, para conmemorar las obras maravillosas de Dios en la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto. Además si vemos el contexto inmediatamente anterior y posterior al texto de la purificación del Templo, comprenderemos mejor su significado. El texto inmediatamente anterior, habla del milagro realizado en las bodas de Canán, cuyo significado es: Jesús es el nuevo vino del Reino que ya no puede ser contenido en odres viejos y que supera las tinajas vacías que contenía el agua para las purificaciones de los judíos (símbolo del status religioso que llega a su fin) Viene una nueva manera de relacionarse con Dios
El contexto inmediatamente posterior al texto de este domingo, es el diálogo con Nicodemo, donde Jesús habla del “nuevo nacimiento” , la vida nueva que viene del agua y del Espíritu. La novedad de Jesús que se manifiesta en términos de “vida nueva”.
Dentro de este contexto , el texto de la purificación del templo adquiere también un significado de novedad: no se trata de un gesto que pudiera tener un sentido meramente ético, que sin duda lo tiene: corregir una conducta inapropiada de quienes habían profanado el templo de Jerusalén. E gesto de Jesús (V 5 -16) es una acción simbólica al estilo de los grandes profetas de Israel. Expresa su desacuerdo con el abuso de los comerciantes y los cambistas instalados en el atrio de los gentiles y recuerda que el templo tenía que ser el lugar de una verdadera relación con Dios y no puede ser manipulado por los intereses económicos de nadie.
Pero el gesto de Jesús no se refiere sólo al aspecto mercantil que ha adquirido la religión. Es “signo” de  la novedad que viene de Dios: el viejo sistema cultual ha llegado a su fin, los sacrificios ya no tienen sentido. A partir de ahora bastará con el único sacrificio de su Muerte y Resurrección. “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré (V 18) se refiere a la muerte y resurrección (V 22). Por tanto, el nuevo y verdadero templo de Dios es Jesús, la humanidad del Resucitado.
La presencia de Dios en el mundo se da en Él, es el único camino hacia el Padre, es el nuevo espacio en el que Dios entra en comunión con el hombre y el hombre con Dios. Empieza también un nuevo sistema cultual: en el cristianismo, el culta a Dios es sobre todo interior, comporta el ofrecimiento de la propia existencia (Rm 12, 1) y tiene que hacerse en “Espíritu y verdad” (Jn 4, 23) como le dirá Jesús a la samaritana .
Desde esta perspectiva la narración del episodio de la purificación del templo, es signo de otra novedad: en contraposición con el templo antiguo y el antiguo culto abandonados por Dios a causa de la infidelidad y las profanaciones (cf. Ez 10, 18-55), el Cuerpo de Cristo resucitado, se convertirá en el nuevo templo (VV 1-21) para un nuevo culta en “Espíritu y verdad” (cf. Jn 4, 23).

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