lunes, 24 de diciembre de 2012

¡FELIZ NAVIDAD!


Natividad de nuestro Señor Jesucristo
Misa de media noche (Lc. 2, 1-14)
“La Palabra de Dios se ha hecho carne”

El nacimiento de Jesús aparece narrado en Lucas como una extrema sencillez, aunque poniendo de relieve su importancia decisiva.

El relato es simple, pero sugestivo, llevo de matices teológicos y construido sobre el modelo del anuncio misionero, que comprende tres momentos: Primero la narración del acontecimiento.- el edicto de César Augusto y el nacimiento de Jesús en Belén, en la pobreza, en un país sometido a una potencia extranjera; después el anuncio hecho por los ángeles a los pastores, primeros testigos del evento de la salvación y por último, la acogida del anuncio por los pastores que van a la gruta y encuentran a Jesús y el relato de su experiencia a otros.

El punto central del relato son las palabras de los ángeles a los pastores: “No teman, les traigo una buena noticia que causará gran alegría a todo el pueblo; hoy les ha nacido un salvador, que es el Mesías, el Señor.  Esto les servirá de señal, encontrarán al Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Esta es la “Buena Noticia” que hoy se nos da, pero para contemplar el misterio de la Navidad necesitamos sobre todo, simplicidad para asombrarnos ante el mensaje. Capacidad de asombro y mirada de niño, son dos elementos indispensables para entrar en la comprensión y la vivencia de la Navidad; sólo así podremos gustar el mensaje de alegría de esta noche santa, y esta alegría tiene una motivación clara; el nacimiento de un niño, salvador universal que trae motivos de esperanza, que son paz, justicia, salvación. Una nueva manera de vivir, empieza a anunciarse a los hombres. Este Niño es el único en el podemos poner nuestra última esperanza. Jesucristo es la esperanza de que la injusticia que hoy lo envuelve todo no prevalecerá para siempre. Sin esta esperanza no hay Navidad.

El mensaje profundo de la Navidad es uno pero tiene múltiples expresiones: es el dinamismo del amor que se da; Dios nos ama infinitamente y por eso viene a nuestro encuentro y nos da todo lo que tiene su propio Hijo, hecho uno como nosotros para incorporamos a su misterio de vida y amor. El relato de Lucas nos ofrece una clave para acercarnos al misterio de ese Dios, el “pesebre”. Es significativo las veces que lo repite. María lo acuesta en un pesebre, a los pastores no se les dará otra señal: lo encontrarán en un pesebre. Efectivamente, en el pesebre lo encuentran al llegar a Belén. Ese pesebre es la señal para reconocerlo, el lugar donde hay que encontrarlo. ¿Qué significa esto? A Dios no hay que buscarlo en lo admirable y grandioso, sino en lo ordinario y cotidiano de nuestra vida. No hay que indagar en lo grande, sino rastrear en lo pequeño.

“Ir a Belén para nosotros significará cambiar nuestra idea de Dios, volver al inicio y descubrir a un Dios cercano y pobre. Acoger su amor y su ternura. Para el cristiano, celebrar la Navidad es “volver a Belén”

En la Navidad también Dios ha hablado. Ha dado su respuesta a los interrogantes fundamentales que el hombre se hace: ¿Por qué el sufrimiento y el dolor, si nos sentimos desde lo más íntimo de nuestro ser llamados a la felicidad? ¿por qué tanta frustración ¿por qué la muerte, si hemos nacido para la vida? Ahora tenemos su respuesta que no son explicaciones o teorías, nos ha dado su Palabra. “La Palabra de Dios se ha hecho carne”, uno como nosotros para dar  su respuesta a tantos interrogantes que el hombre se hace sobre el sentido de su existencia. Dios ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestras interrogantes, sufrimientos e impotencia. Nace para vivir Él mismo nuestra aventura humana y abrirnos un nuevo panorama de vivir y lo ha hecho haciéndose solidario con nosotros, ya no estamos perdidos en nuestra soledad. Dios comparte nuestra existencia.

Quiero terminar con unas palabras del gran teólogo K. Rahmer: Proclamar que es Navidad significa afirmar que Dios, a través del Verbo hecho carne, ha dicho su última Palabra, la más profunda y la más bella de todas. La ha introducido en el mundo y no podrá retomársela, porque se trata de una acción decisiva de Dios, porque se trata de Dios mismo presente en el mundo, y he aquí lo que dice esta Palabra: “Mundo, ¡te am

martes, 11 de diciembre de 2012

Al encuentro con la Palabra


Segundo Domingo de Adviento (Lc. 3, 1-6)
“Lo importante es no perder el humilde deseo de Dios”.

Nos vamos adentrando en el comino del Adviento. Hoy el Evangelio nos presenta a uno de los personajes propios de este tiempo litúrgico: Juan Bautista.

En la presentación del Bautista, Lucas subraya en primer lugar el acontecimiento de gracia de la “palabra” que viene a él: “vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías” (v2). El desierto de Lucas aparece aquí, no únicamente como un lugar geográfico, sino como una actitud humana del silencio y despojo en la que la palabra es acogida.

Al “acontecimiento” de la palabra, el evangelista antepone también un cuadro histórico de gobernantes civiles y religiosos (vv 1-2) para significar la historicidad de la palabra: se da en circunstancias históricas y es palabra para esas condiciones.

El desierto es el lugar donde Juan “recibe” la Palabra y la región del Jordán es el lugar donde proclama esa Palabra a los demás, invitándolos a la conversión. Habiendo escuchado la Palabra de Dios en el desierto, Juan puede hacer resonar su invitación como oferta de salvación a todos.

Viene después un texto del profeta Isaías (vv 4-6) a través del cual Lucas describe en imágenes simbólicas el contenido de la misión del Bautista. Históricamente este texto se refería a la preparación del regreso a su patria, del pueblo de Israel cautivo en Babilonia. Pero ahora tiene una connotación actual: Dios viene a dar cumplimiento a su promesa de salvación, y, por lo mismo, hay que prepararle el camino. La actualidad de la Palabra sigue teniendo vigencia para nosotros.

Vamos caminando con la Iglesia para preparar la Navidad, y en este segundo domingo de Adviento escucho con insistencia “a prepararle el camino al Señor” ¿Cómo abrirle caminos a Dios? ¿Cómo hacerle más sitio en nuestra vida?

Búsqueda personal.- lo primero es buscar al Dios vivo, que se nos revela en Jesucristo. Abrirnos a su Palabra. El Señor nos recuerda que el encuentro con su Palabra es más fuerte que los imperios y que los grandes de este mundo, aprender a escucharla en el silencio (el desierto) y la disponibilidad. Dios se deja encontrar por aquellos que lo buscan.

Atención interior.- para abrir un camino a Dios, es necesario descender al fondo de nuestro corazón. Quien no busca a Dios en su interior es difícil que lo encuentre fuera. Dentro de nosotros encontraremos miedos, preguntas, deseos, vacío… no importa, Dios está ahí. Él nos ha creado con un corazón que no descansará sino en Él.

Con un corazón sincero.- lo que más se acerca al misterio de Dios es vivir en la verdad, no engañarnos a nosotros mismos, reconocer nuestros errores. Es el inicio de un camino de conversión. Tomando el texto de Isaías que describe el mensaje del Bautista, tendríamos que preguntarnos ¿qué significa para nosotros “que todo valle será rellenado”? ¿Cuáles son los vacíos que tenemos que llenar? ¿las cosas de debería haber y no hay?

“Toda montaña y colina rebajada”.- ¿Cuáles son las cosas en nuestra vida que tenemos que quitar, lo que es obstáculo para que Dios entre en mi existencia?. “Lo torcido se hará derecho y los caminos ásperos serán allanados” ¿Qué es lo que hay que enderezar en mi vida y lo que hay que allanar para “hacerle camino a Dios” y pueda venir a mi?

Todas estas imágenes son un llamado a ponerles nombre a las circunstancias concretas de nuestra vida; sino, se quedarán únicamente como eso: imágenes. Aquí está la concretización de nuestra conversión. Cada uno ha de hacer su propio recorrido. Dios nos acompaña a todos. No abandona a nadie y menos cuando se encuentra perdido. Lo importante es no perder el humilde deseo de Dios y así, solo así, podremos “ver la salvación de Dios”, vivir en la navidad la experiencia del “Dios con nosotros”