domingo, 18 de diciembre de 2011

Al encuentro con la Palabra


CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO (Lc 1, 26-38)
María “Cumbre del Adviento”

En los tres domingos anteriores, nos han venido conduciendo en el camino del adviento, el profeta Isaías - el profeta de la esperanza - y Juan el Bautista, que nos ha invitado a entrar en un camino de conversión para poder llegar a la Navidad; prácticamente nos ha dicho: no hay Navidad sin conversión.
En éste IV Domingo, casi a las puertas de la Navidad, aparece un nuevo personaje: María, que es la cumbre del adviento, la persona que encarna el espíritu del Adviento en su sentido más profundo.
Dos son los centros de interés fundamentales en el texto de Lucas de la anunciación a María: el anuncio del nacimiento de Jesús y la vocación de María a ser sierva del Señor.
Jesucristo se presenta como el “signo” de la fidelidad de Dios, que mantiene las promesas hechas a David: “se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (vv.32-33) Todos los elementos de la promesa a David se funden y se realizan en Jesucristo porque es el Mesías perteneciente a la familia de davídica y es el Hijo hecho hombre, el nuevo templo, la casa que Dios ha perpetuado para que Él y el hombre se encuentren; además Jesús es el rey que lleva a cabo el verdadero ideal del Reino, un ideal de justicia, de paz y fraternidad y su don es lo que constituye una parte del centro del Evangelio de hoy.
Pero esta fidelidad se manifiesta observando la actitud de María, como la que hace posible este don con su “si”. Es cierto también que este fragmento que contemplamos hoy destaca especialmente la iniciativa de Dios en la encarnación de su Hijo: es Dios quién constituirá a Jesús como Mesías (v32); la concepción human es obra del Espíritu Santo (v35). Pero la sorpresa es que toda la acción de Dios se realiza precisamente en la “carne” humana. Es decir, la iniciativa de Dios se puede llevar a cabo si hay respuesta nuestra. El “si” de casa discípulo, permite a Dios llevar adelante su plan. Por eso decíamos que María es la cumbre del Adviento porque ella encarna la actitud del hombre que se abre incondicionalmente al don de Dios.
Que como María, el Señor nos haga capaces de sintonizar nuestros deseos con los suyos.  El “hágase en mi según tu palabra” no es una frase pronunciada con resignación, sino que brota espontáneamente de un ánimo profundo de adherirse a la Palabra de Dios y proyectado a nuevos deseos que sólo Él puede suscitar.
Además, las palabras del ángel: “porque no hay nada imposible para Dios” (v37) vienen a  dar respuestas a la pequeñez human ante semejante propuesta de Dios; es decir, para María y para nosotros, nada hay imposible cunado nos ponemos a disposición de la iniciativa de Dios.
A unos cuantos días de celebrar el cumplimiento de la promesa, María con su “si” nos introduce en le sentido del Adviento que culmina introduciéndonos en la vivencia profunda de  la Navidad.

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